Babelia, el suplemento sobre libros y otras artes del periódico El País, publica hoy martes un artículo de la escritora mexicana Jazmina Barrera sobre los Clubs de Lectura. Me ha parecido interesante. Aquí os lo dejo.
JAZMINA BARRERA - 13 DIC 2022 -
Mi primera experiencia de lectura en compañía fue cuando era
niña. Antes de que supiera leer, mi madre me leía todas las noches, y cuando
supe, fingí por un tiempo, porque pensé que si se enteraba me iba a dejar
leyendo sola. Pero se enteró poco después y empezamos a turnarnos la lectura en
voz alta. Era mi momento favorito del día, si me había peleado con mi madre,
ahí se nos olvidaba, y se me olvidaban también las peleas con las amigas de la
escuela y el miedo a los alienígenas y a los caníbales. La lectura era el
espacio de entretenimiento, porque mi madre decía que a mi casa no llegaba la
televisión (y yo le creí por demasiado tiempo). Leímos juntas hasta que cumplí
diez años, cuando empecé a leer sagas de fantasía que desesperaban a mi madre
porque tenían demasiados personajes. Ahí descubrí el placer de la lectura en
soledad. Pero ese tiempo en que leí con mi madre, esa asociación de la lectura
con el afecto, la convivencia y el gozo, fue decisiva en mi elección de
estudiar literatura y dedicarme a las letras.
He sido parte de pocos clubs de lectura, aunque estudié
Letras Inglesas y eso era un poco como estar en varios clubs al mismo tiempo.
Con mis amigos de la carrera hicimos un club de Jane Austen donde leímos todos
los libros conocidos de la autora. Zeidy, El rojo, Antonio y yo nos reuníamos
una vez al mes, como señoritas victorianas, a tomar té en Azcapotzalco, en la
colonia Obrera y en la San José Insurgentes para discutir esas novelas
entrañables, geniales y divertidas que me han acompañado siempre.
También en la universidad asistí a un club de lectura al que
llamaban “tertulia”, pero como el anfitrión dijera que pretendía que fuéramos
el nuevo Ateneo de la Juventud salí corriendo de ahí y no regresé.
Un par de años después, un grupo de amigas y hermanos de
amigas hicimos un club de lectura que sólo tuvo una sesión —que yo sepa— donde
leímos y discutimos Los detectives salvajes entre clamores pasión y decepción (a
mí la novela me apasionó, me decepcionó y me volvió a apasionar). En ese club
conocí a Irene, con quien varios años después organizamos un club de lectura de
Wittgenstein. Irene es filósofa, yo le temo a la filosofía y sin su guía no me
habría atrevido a leer el Tractatus, que sin embargo resultó mucho más
entretenido de lo que imaginaba.
Ahí terminan mis experiencias de clubs de lectura. Desde
entonces he estado en varios talleres entre amigas, que son en el fondo clubs
de lectura donde leemos textos en proceso. Ahora me turno noche por medio con
el padre de mi hijo para leer con él. Estamos leyendo juntos la extraordinaria
novela Mofeto y Tejón.
A finales del 2021 publiqué una novela llamada Punto de cruz
que habla de amistad y de bordados. Desde que apareció, la novela ha sido leída
en más de 30 clubs de lectura a los que he tenido la suerte de asistir de
manera virtual, para escuchar comentarios y responder algunas preguntas sobre
el libro. Según me cuentan las organizadoras, casi todos son clubs nacidos en
pandemia y casi todos están compuestos principalmente por mujeres. Fuera de
eso, la diversidad es la regla. He estado en clubs de mujeres mayores de
sesenta años en bibliotecas españolas, clubs feministas de jóvenes
veracruzanas, clubs de diversas edades en librerías de Argentina, clubs de
suscripciones mensuales con cientos de participantes, clubs de cinco amigas en
la colonia Narvarte, clubs de bordado donde a veces también leen, clubs
dirigidos por influencers y clubs espontáneos y horizontales. En todos ellos me
he encontrado con ese entusiasmo, ese compañerismo, esa complicidad y ese
disfrute de leer en compañía.
Pero lo que más me ha sorprendido es que en muchos de esos
clubs he conocido personas que me cuentan que antes de unirse al club no leían,
que empezaron a leer desde que son parte. Leer es uno de esos hábitos que
siempre pensé difícil de adquirir después de cierta edad. Salvo mi abuela, que
empezó a leer cuando sus hijos crecieron, tengo pocos ejemplos a mi alrededor
de personas que agarraron el gusto por la lectura después de cumplir veinte
años. El fomento de la lectura me pareció siempre un trabajo dirigido a la
infancia y la adolescencia, nunca se me ocurrió que la clave para las personas
adultas era la misma que me llevó a mí a ser lectora: el acompañamiento, la
comunidad, el afecto.
Dice Margit Frenk en su hermoso libro Entre la voz y el
silencio que la lectura fue, hasta por lo menos el siglo XIX, una actividad
llevada a cabo principalmente en voz alta y en compañía. Quise escribir esto
para celebrar estas comunidades de mujeres que han regresado a esas raíces de
la lectura y que le están dando una nueva oportunidad, una mejor vida a los
libros.
Jazmina Barrera es escritora mexicana, autora de libros como
‘Cuerpo extraño’, ‘Línea nigra’ y ‘Punto de cruz’.
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