La novela ha sido publicada en el año 2022.
En enero de 2006 se publica una noticia en ABC que llama la atención del público en general, por lo insólita: "El Reina Sofía ha perdido una escultura de Richard Serra de treinta y ocho toneladas".
Descubriremos que la escultura consta de cuatro bloques de acero corten (la oxidación superficial de este acero crea una película de óxido impermeable al agua y a su vapor que impide que la oxidación del acero prosiga hacia el interior de la pieza, por eso se utiliza en piezas situadas al aire libre) y que su peso es de 38 toneladas. Se utilizó en la inauguración del Museo Reina Sofía en el año 1986. Una vez finalizada la muestra, el museo decide guardarla, y en 1990, por falta de espacio, la entrega a una empresa de almacenaje con la que suele trabajar, que la traslada a una nave que posee en Arganda del Rey.
Cuando quince años más tarde el museo quiere recuperarla descubre que ha desaparecido, pero no sólo la escultura, la empresa dejó de existir en 1998 y en el espacio que ocupaba la nave hay ahora un edificio que alberga el Archivo General de la Seguridad Social.
Sobre esta base, el autor nos presenta esta obra que maneja una estructura que nada tiene que ver con la que estamos acostumbrados a seguir en una novela de corte tradicional.
Nos presenta a más de setenta personajes de ámbito internacional dándonos sus opiniones, ya no sólo sobre el hecho del robo, sino sobre otros temas relacionados con el mundo del arte y la cultura, como, por ejemplo, las características de la obra, la figura del escultor, el arte (sobre todo el arte moderno), la inauguración del museo,...
El hecho de la desaparición, como los personajes nombrados, son reales, el resto se mezcla con la ficción.
Las intervenciones de los personajes van precedidas del nombre, su profesión u ocupación y la fecha en que realiza la intervención, que además no siguen una línea cronológica sino que va dando saltos en el tiempo, y están recogidas siempre en primera persona.
En ese conjunto de personajes vamos a descubrir a: la fundadora del museo, algunos de sus directores, policías de la Brigada de Patrimonio, la jueza que llevó el caso, trabajadores del museo, algún ministro y ex-ministro, dueño de la empresa que custodió la obra, galeristas, el propio autor, Richard Serra, marchantes de arte, críticos, otros artistas, concejales, coleccionistas, ingenieros, periodistas, historiadores, vigilantes, políticos, una terrorista, un jubilado, un camionero, un chatarrero, un taxista,..., incluso el propio autor del libro, conversando con una editora interesada en su publicación, y las pesquisas que realizó para poder obtener información que le sirviera en la investigación.
Del escultor conoceremos sus inicios, la evolución de sus gustos e intereses, cómo planifica sus obras, cómo las diseña en función del espacio que van a ocupar, de ahí que no valgan para cualquier lugar, cómo las trabaja y su implicación hasta el final, es decir, hasta que la escultura ocupa el espacio de exposición. También de algunas polémicas ocasionadas por las mismas en algunos lugares con los ciudadanos del entorno de su ubicación.
Aprovecha el autor para hablar del complejo mundo del arte, principalmente del arte moderno, de su comprensión por parte del espectador, del artista como creador y de la huella que deja en la sociedad en la que vive y en la época en la que lo ha hecho. En una de las opiniones se señala que uno de los objetivos del arte, si no el principal, es hacernos pensar, de ahí que no hacen falta grandes obras para marcar una época.
Porque, el mismo título, ¿A qué se refiere? ¿A la obra desaparecida de Serra? ¿A su obra en general? ¿A qué se considera una obra maestra en sí misma? ¿Al hecho de hacer desaparecer una obra de ese tamaño? El autor no muestra una solución, porque habrá muchas. El propio lector también tendrá su visión, su valoración, su opinión,..., que parece ser lo que busca el autor.
La aparición del propio Tallón en la obra nos dice que la escritura de la misma llegó a convertirse en un reto personal y en una obsesión que perduró diez años. Nos muestra las peripecias seguidas en la búsqueda de la información, algo que hace en tono irónico, incluso esperpéntico.
El objetivo que persigue el autor no es desentrañar la desaparición de la obra y posibilidades de encontrarla, ni buscar culpables, ni juzgar actuaciones y responsabilidades. Empezamos la novela con una interrogante y la acabamos, no sólo con la misma, sino que le hemos añadido algunas más, el escritor ha puesto a trabajar al lector con su mano maestra.
De manera algo sutil, si podemos entrever que en España se es "poco cuidadoso" con lo público, con lo común, no sólo en este caso, sino en general.
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