jueves, 19 de agosto de 2021

Transbordo en Moscú. Eduardo Mendoza

Tercera entrega de la trilogía "Las tres leyes del movimiento", publicada en el año 2021.
Con esta nueva novela se cierra la trilogía con la que el autor nos ha querido mostrar una mirada crítica al siglo XX.
Ante la incertidumbre con que finalizó la anterior entrega, ahora nos encontramos al protagonista casado con la hija única y futura heredera de una gran fortuna, empezando a formar parte de la burguesía catalana, aunque para la alta burguesía puede ser tildado de "cazadotes".
La costumbre de las grandes empresas que van pasando de padres a hijos, a veces más bien arrebatadas por estos, dejará de suponer un problema para el suegro por la falta de ambición de nuestro protagonista. Rufo sigue siendo una persona pasiva, un mero observador, dejándose llevar por los acontecimientos, aunque vayan contra sus ideales o le suponga algún contratiempo para él, además, sin guardar ningún tipo de rencor.
Con el matrimonio, nuestro protagonista ha ganado en tranquilidad y se ha asentado, vive sin ajetreos, se ha aburguesado y se ha vuelto más reflexivo y preocupado por las dinámicas de la vida familiar, lo que hace que conozcamos más momentos de su propia vida y sus relaciones sociales.
En la política española, España ha entrado en la Comunidad Europea, se vive una época de prosperidad y despilfarro. La izquierda que siempre había hecho acopio de una rectitud moral, abandona sus principios y prioriza la salida de la crisis y pospone la justicia, los ideales reformistas quedan sólo en promesas electorales.
Se produce un enfrentamiento dialéctico entre capitalismo y comunismo, como ideas excluyentes, también se discute la diferencia entre clasismo y racismo y se hace una valoración crítica de la clase media.
Se abre un escaparate al mundo con la celebración de la Exposición Universal de Sevilla y la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, que nuestro personaje vive más de cerca y que lo ve como objeto de distracción de la ciudadanía. El autor nos deleita con su valoración personal de ambos eventos.
El empresariado catalán alaba la unión de fuerzas políticas para presionar al poder central y se empieza a apuntar hacia el independentismo. Enfrente, los defensores del español. 
Rufo sigue viajando. Visita Polonia para conocer sobre el terreno la situación del país y su valoración es negativa: una población decaída, desabastecimiento de alimentos, edificios decrépitos, signos de pobreza, picaresca de los ciudadanos para subsistir,...
El accidente de Chernóbil marcará para algunos el inicio del hundimiento del sistema económico soviético, que posteriormente tendrá su colofón con la caída del muro de Berlín y los últimos momentos de la Guerra Fría, lo que hace proliferar el número de espías de todos los países, como comprobará nuestro protagonista en sus labores detectivescas.
Este ambiente político le hace concebir esperanzas a su amigo el príncipe, que ve una posibilidad a sus aspiraciones de recuperar el reino de Livonia. Pero a lo largo de la novela no llegan a contactar de manera personal, sólo mediante mensajes, y los intentos de contacto quedan fallidos: información de la policía parisina sobre el peligro que corren ambos, caricaturesco secuestro en Viena por espías rusos, que vuelven a incidir en el riesgo que corren. Todo esto lo lleva a valorar la incompatibilidad de su labor de detective y su tranquila vida familiar, por lo que decide abandonar cualquier veleidad aventurera y permanecer en su zona de confort.
Además de a estos tres países, viajará a Londres de luna de miel; a Ibiza, donde nos retratará la isla como paraíso de la libertad en un momento anterior; Nueva York, donde vemos la aparición del SIDA y su estigmatización social y también una valoración del arte en la figura de Andy Warhol; Venecia, de viaje familiar que aprovecha para facilitarnos algunos datos interesantes de la ciudad; Moscú de visita de placer y compras y donde vemos que el gusanillo de ese detective que lleva dentro no ha muerto del todo.
Su vida familiar pasa por una crisis profunda pero él la toma como una aventura más y la asume sin mostrar ningún interés ni temor, quedando, como siempre, a la espera de lo que pueda pasar, asumiendo, como siempre, las posibles culpas.
Dedicado a mantener la vida familiar, complementa la educación que siguen sus hijos con otras actividades, comprobando los distintos gustos  de ambas generaciones.
Siguen apareciendo personajes estrafalarios o simplemente "raros", como el empresario inglés, el primatólogo Froubier y su amiga Madeleine, el staretz Porfirio, el policía francés,...
Su hermano Agustín sigue escribiendo con el mismo tono surrealista anterior, pero ahora en la faceta de la novela.
Nuestro protagonista vuelve a recibir dos cartas de su amiga la abadesa.
Conocemos la aparición del mundo de la informática, con la controversia surgida entre los que piensan que marcará el camino del futuro, y los detractores, que se agarran a la defensa de la tradición de lo conocido y todo lo demás son riesgos.
La trilogía acaba con el siglo, que nos ha retratado el siglo de las empresas colectivas, tan colosales como desastrosas. Una etapa de guerras y exterminio, de dictaduras sangrientas y amenaza nuclear y concluye con la sociedad atenazada por el miedo a que el mundo informático explosione con el cambio de milenio provocando un cataclismo a nivel mundial y todo quede paralizado.
De las tres novelas que forman la trilogía, esta es la más entretenida, más dinámica, conocemos a un Rufo más cercano y familiar, el resto de características se siguen repitiendo la que conocimos anteriormente.
Con el reconocido estilo de Mendoza, es una buena trilogía para alegrarnos el verano.

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