miércoles, 17 de junio de 2020

Tranvía a la Malvarrosa. Manuel Vicent

Es quizás una de las obras más conocidas de Manuel Vicent. Fue publicada en el año 2008.

El protagonista de la novela se llama Manuel, como el autor. 
En el reparto familiar de dedicaciones futuras entre los hermanos, su padre ha asignado a Manuel que dirija sus esfuerzos para ser un buen cura, o misionero, en fin, ser miembro de la Iglesia.
Manuel nos va a ir contando cómo en plena adolescencia su instinto natural lo va a conducir a otros mundos distintos a los deseos paternos. Decide estudiar Derecho y empieza a apasionarse con la idea de ser escritor, quizás provocado por su dedicación a la lectura amplia y variada, de la que da cumplida cuenta.
La historia se desarrolla en la Valencia de los años 50. Una ciudad que olía a huerta. El personaje nos va a llevar por sus calles (con sus nombres y orientación), mostrándonos la ubicación de sus instituciones, sus negocios, acompañado cada uno con su olor característico, las marcas de productos de la época,... Es como si viéramos pasar fotogramas del pasado acompañados de la música que se oía en ese momento, con nombres de cantantes y de grupos, añadiendo pequeños recordatorios de las letras.
El tranvía nos muestra la evolución de la adolescencia a la madurez: en él ve pasar a Marisa, su amor platónico; y en él se desplaza a La Malvarrosa, donde despierta al amor sexual que le ofrece Juliette, una joven francesa, que para él simboliza el placer de vivir en libertad. Juliette es una bocanada de aire fresco en la España de sotanas y uniformes, que aleja la imagen cutre de los prostíbulos donde los huertanos se desahogaban de sus urgencias.
Entre los variopintos personajes secundarios, -es frecuente en el autor el uso de los apodos-, sobresale Vicentico Bola, que derrocha vitalidad, descaro, ingenio, picaresca,..., que le hace llevar una vida exagerada, a compás con su peso. Bola muere en accidente de tráfico en Semana Santa y, dentro del humor negro que emplea el autor, el desfile de su entierro coincide con las procesiones programadas.
La novela nos muestra parte del costumbrismo de la época: el orden familiar, con sus momentos de ocio; el manejo de la Iglesia, con sus "extraños" cursillos de cristiandad; el poder militar, con sus abusos; las celebraciones sociales; su momento político, con la audición de la Pirenáica, con su soflama antifranquista; su aporte trágico, con las investigaciones de crímenes,...
Y todo esto lo rodea el autor con su toque de ironía, como ejemplo, la práctica del amor en libertad sobre un lecho de hojas de la prensa más afín al régimen; sus notas de humor, de humor negro, incluso en el momento de la muerte, como en el enterramiento de Vicentico. 
Nos lo presenta todo, como en la mayoría de sus obras, con la luz mediterránea y su vocabulario tan sensorial: colores variados, olores (pólvora, azahar, incienso,...), las canciones (con sus letras), los sabores (arroces y viandas chiringuiteras) y esos contactos con la piel que le enseñan los encuentros amorosos. Presentado todo con descripciones detalladas.
La novela, además del recuerdo de un momento crucial de la vida de Manuel, es una invitación a la vida en una atmósfera de sensualidad.

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