El Club de Lectura "Ben-al-Arte" se reunió el martes 10 de octubre, para comentar la obra "La mujer del provenir" y "La mujer de su casa", de Concepción Arenal.
Las obras son dos de los ensayos que tuvieron más repercusión en la sociedad de la época, segunda mitad del siglo XIX.
Como nos apunta el editor de las obras, recogen los temas que más interesaron a la autora a lo largo de su vida: la mejora de las condiciones de vida de las mujeres, la reivindicación de la igualdad jurídica y la equiparación en el derecho a la misma educación de la que gozaban los hombres.
La autora no tuvo dudas a la hora de enfrentarse a la sociedad del momento, con sus prejuicios de género dominantes, como por ejemplo el que cree que el único oficio de la mujer era el de ser buena madre y esposa. La autora hace una valoración del papel de la mujer del momento. Ni siquiera la Iglesia le da un puesto en su organigrama a la Virgen, que fue madre de Dios, mártir y santa. Como resumen nos dice que la mujer está destinada a ser reina o estanquera, pero un puede ocupar ningún puesto intermedio. Ante la ley tiene menos derechos pero los mismos deberes y penas que los hombres.
Cuando
inician la educación, no existen diferencias entre niños y niñas, estas surgirán
después cuando la mujer es alejada de la formación, porque la diferencia entre
hombre y mujer sin educar sólo está en la fuerza física.
La valoración
moral que hace de la mujer es que la equipara a la bondad y esta con
sensibilidad, concluyendo que la mujer es más paciente, más sensible y más
compasiva. La mujer que carece de educación es menos violenta, el sentimiento
religioso la vuelve temerosa, virtuosa, no propensa al suicidio, pero abocada
al camino de la tristeza.
La mujer no
puede mostrar su valía al tener vedado los caminos de la educación superior y
carecer de oportunidades para ejercitar su inteligencia, aun demostrando que no
es inferior al hombre, al contrario de lo que ocurre en EEUU donde, con el
esfuerzo de algunos hombres, se las integran en colegios de estudios
superiores.
Defiende que
la mujer ha de tener todos los derechos civiles, también el derecho a ejercer
todas las profesiones y oficios que no repugnen a su natural dulzura. La ley
prohíbe a la mujer el acceso al mundo del trabajo, sólo ejercen unas pocas
profesiones: enseñar las primeras letras, estanquera,… Cuando no encuentran
solución para sobrevivir, acaban en el mundo miserable de la prostitución. Por
tanto, el destino de la mujer sólo puede ser el matrimonio, al que llegará por
necesidad más que por amor. Si tuviera medios para subsistir podría elegir.
La naturaleza
ha hecho a hombre y mujer diferentes, pero la sociedad los convierte a veces en
opuestos.
Ante este
panorama, la autora anima a pedir educación para la mujer a la vez que derecho
al trabajo. Hay que acabar con “¿Qué
entendéis las mujeres de esto?” y dejar que opinen, no se puede equiparar
el silencio a bienestar.
La mujer que
no satisface sus necesidades morales e intelectuales corre el riesgo de caer en
tedio, abrir los oídos a voces tentadoras, si es devota acabará siendo beata,
se disipará en lujos y diversiones o acabará siendo desgraciada, convirtiéndose
en una mujer fastidiada y fastidiosa.
A la mujer se
le niega el saber, los libros y, sin embargo, se le deja leer novelas y
lecturas frívolas que al final le hacen más daño.
El hombre
recogerá en sus hijos las consecuencias de la degradación intelectual de la
mujer, desde la calidad de su embarazo y las consecuencias derivadas de la
elección de los estudios del hijo si además no la dejan opinar.
Sobre la
mujer también recae la conservación y transmisión del fervor religioso en el
hogar, que puede peligrar si está instruida.
Bien es
verdad que a medida que el hombre se ilustra, deja de ser el salvaje antiguo y
mejora la condición de la mujer.
En España ha
habido progreso desde el pasado o en comparación con otros lugares del mundo,
pero en este momento sólo deben existir las diferencias con el hombre marcadas
por la propia naturaleza y no por las leyes.
Si al hombre y
a la mujer les va mal la sociedad también irá mal. Además de la formación
profesional, el hombre ha de poseer moralidad, honradez, sentimientos, noble
orgullo,…, y eso viene inculcado por la mujer (madre, esposa, hija,…), por lo
que debe estar instruida.
El hombre
suele acudir al matrimonio cuando es capaz de sostener una familia, la mujer lo
hace de forma precoz, es su única salida, a veces incluso forzada por la
familia. Son matrimonios débiles que dan lugar a sociedades debilitadas.
Supedita el progreso de la civilización al acceso de la mujer a la educación
intelectual.
Nos dice que
la mujer podrá acceder a cualquier oficio o profesión que no necesita mucha
fuerza bruta, pero emplea algunos prejuicios con algunas profesiones. También
piensa que no tiene por qué modificarse el carácter de la mujer porque esté
instruida, ni le afectará para que pueda desarrollar sus trabajos en el hogar
el que realice otras tareas. Tampoco es incompatible para desarrollar el amor
maternal, que la autora defiende con una literatura exaltada. Y los hijos
saldrán ganando.
Hace una
defensa de la mujer soltera, pues no se puede ver a la mujer sólo como un ser
reproductor. Esta ejerce su espíritu maternal a través de múltiples actividades
sociales: cuidando a los hijos de otras mujeres, en los centros de acogida, en
instituciones religiosas y laicas,…, dispuesta siempre a sacrificarse por el
bien de los demás.
La mujer de
su casa se desvive por la familia dentro de ella pero no se preocupa por lo que
ocurre fuera. En las cuestiones sociales participa como mera espectadora pero
sí deja aflorar su influencia moral que condiciona el devenir de la sociedad.
El ideal de la mujer que sólo se preocupa por su casa y los suyos tiene poco
que ver con la sociedad moderna.
La autora no
ve bien que la mujer participe en política por la pasión que le pone al
desconocer las normas que la rigen, convirtiéndola en fanática, al igual que su
fanatismo religioso, influyendo negativamente en el hombre, fanatizándolo a su
vez.
La virtud de
la mujer se fortalece cuando participa en actividades de cooperación, así
conocerá qué acaece en la sociedad y formará parte de la opinión pública y sus
objetivos.
Al aumentar
las poblaciones y el progreso, aumentan los problemas, aumentarán las leyes y
los delitos. Debe existir un orden moral y será necesaria una colaboración a la
obra social en la que habrá que incluir a la mujer para que no sea una rémora.
Los que se
oponen a que la mujer realice ese trabajo social dan tres razones: 1) Falta de
tiempo para la casa. 2) Imposibilidad de ocuparse de las cosas grandes, las de
los hombres, y de las pequeñas, las exclusivas de las mujeres (manuales). 3)
Las virtudes sociales de la mujer perjudicarían a las domésticas.
La autora
razona contra esa creencia y justifica la participación de la mujer.
Muchos hombres pretenden que la mujer se instruya para que sea capaz de llevar mejor la casa y ser buena madre, perpetuando ese papel en sus hijas. Empequeñecer a la mujer y pretender que sea grande como madre tiene sus contradicciones. Se ha de procurar formar de forma total al hombre y a la mujer. La fortaleza o debilidad de los hijos vendrá dada por el trato que reciban de su madre.
La mujer es
constreñida a su casa, lo que provoca en ella el tedio, se le limita su vida
física, moral e intelectual, lo que la debilita. No puede salir entonces una
mujer fuerte.
La mujer ha
de ser fuerte en la gestación. La mujer resiste mejor el esfuerzo continuado,
mientras que el hombre resiste peor el dolor físico, es mal enfermo.
Pone ejemplo
concreto de la intervención de la mujer de manera efectiva y después ser
olvidada en los reconocimientos.
Debe
procurarse que la inteligencia del hombre progrese cultivándola y que la mujer
sea fuerte.
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