Estrenada en Italia en 1921 y publicada en 1925.
Es considerada por algunos como su obra maestra.
Durante los ensayos de una obra de teatro (una comedia del propio Pirandello), a través del patio de butacas y guiados por el portero del teatro, llegan de forma inesperada seis personajes (padre, madre, hijastra, hijo, un muchacho y una niña), en busca de alguien que les dé forma al drama que han vivido y que pueda llegar a representarse, como obra de teatro, su propia historia.
El Director, aunque al principio se queda perplejo y se mofa del grupo junto al conjunto de actores y técnicos que se encuentran en el escenario, posteriormente entabla una charla con el padre, que intenta explicarle el drama vivido. Vemos cómo empieza a cambiar su actitud.
El drama es el siguiente: El personaje del padre estaba casado con la madre y tenían un hijo. La madre se enamora del secretario del marido. Este decide que se vayan a vivir juntos y envía al hijo que tenían en común con un ama de cría para que lo educara. La pareja abandona la ciudad para trasladarse a otra.
El problema empieza cuando muere el secretario y ella se queda con tres hijos y en la absoluta pobreza y se ven obligados a volver a la ciudad de donde procedían.
La madre empieza a trabajar cosiendo para una modista importante. Pero ese taller, que aparentemente ofrecía sus servicios a damas elegantes, oculta que en realidad son estas damas las que le ofrecían a ella el servicio en una casa de citas. Mediante excusas y engaños consigue que la hijastra, de 18 años, empiece también a prestar sus servicios. Y es ahí donde se volvieron a encontrar el padre, ya que él era cliente asiduo, y la hijastra, sin llegar a conocerse. Da la casualidad que cuando se citan, aparece la madre, los encuentra y el drama se inicia.
El padre finalmente los acoge a todos en su casa con la oposición de su hijo, que había vuelto hacía algún tiempo.
El Director se muestra interesado en el drama que acaba de oír y accede a reunirse con el padre en el camerino para entrar en los detalles de las escenas. Mientras tanto da un tiempo de descanso a los actores. Se produce la primera interrupción.
Vuelve el Director y decide iniciar el ensayo con los actores, pero los personajes se oponen y defienden sus ideas de que no hay nadie mejor para representar su drama que ellos, ya que son los que lo han vivido, y para lo que han sido creados. Los primeros se siente en posesión de saberlo todo sobre el teatro, lo valoran como una técnica que dominan bien, piensan que el lugar de los personajes es el guion y los que actúan son los actores, preparados para representar delante del público; los segundos se sienten poseedores de la verdad de los hechos, conocen lo sucedido y qué sentimientos le han reportado a cada uno de ellos.
En las distintas intervenciones e interrupciones, los personajes opinan que los actores lucen más artificiales mientras que ellos hacer aflorar mejor sus sentimientos, que en la mayoría de los casos son de odio y reproches.
Los personajes más activos son el padre y la hijastra, otros permanecen totalmente ajenos a lo que sucede.
Como hecho paradójico, el apuntador pasa a ser el taquígrafo para ir recogiendo los diálogos que se producen en escena.
La segunda interrupción de la obra se produce cuando cae el telón por un error del tramoyista.
Cuando se reinicia la obra se confronta la realidad con las limitaciones de la representación en un escenario limitado, algo que los personajes no entienden, pero el padre consigue crear un escenario parecido a la escena donde ocurrió.
En el inicio de la acción el hijo intenta marcharse del escenario pero un extraño poder se lo impide, está obligado a realizar la escena con su madre, es como si algo obligase a los personajes a estar juntos, a llevar a cabo la misión para la que fueron creados, representar su drama aunque se odiasen unos a otros.
Al final se cierra el drama sobre el escenario de forma trágica y el público no sabrá si hay una parte real y otra representada o todo forma parte de una sola representación.
Los personajes que buscan un autor no son actores sino personajes. Por tanto, no pueden aceptar otra realidad que no sea exactamente para la que fueron creados. Quieren contar su drama pero están obligados a repetir exactamente lo mismo que ha ocurrido, una y otra vez, sin la posibilidad de cambiar nada de cuanto les ha ocurrido, por eso el hijo, aunque quiera, no puede abandonar la escena.
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