Esta segunda novela de Domingo Villar fue publicada en el año 2009 y se enmarca dentro del género de "novela negra".
El protagonista es el inspector Leo Caldas, adscrito a la comisaría de Vigo, personaje solitario que sólo vive pendiente de su trabajo, al que acompaña su ayudante Rafael Estévez, originario de Zaragoza.
La historia comienza con el descubrimiento del cuerpo ahogado de un pescador, encontrado en una de las playas del pequeño pueblo pesquero de Panxón, en las cercanías de la ría de Vigo.
Todo apunta a un suicidio más, dado que la víctima era una persona depresiva, solitaria, antiguo drogodependiente, sin amigos directos.
Aunque el cuerpo aparece con las manos atadas atrás con unas bridas, algo frecuente entre los suicidas para evitar un arrepentimiento de última hora, un detalle observado por el forense en el proceso de la autopsia, hace sospechar que la muerte ha podido ser provocada.
Y aquí empieza una investigación que transcurrirá de manera parsimoniosa, lenta, muy en consonancia con la idiosincrasia gallega, lo que dará tiempo a que se conozca un hecho del pasado que llevó a tres amigos marineros, tras un naufragio en el que murió el patrón del barco, a romper sus relaciones de manera abrupta y tajante, hasta el punto de dejarse de hablar: sólo uno siguió dedicándose a la pesca (el ahora aparecido ahogado), otro se dedicó a otro tipo de negocios y no volvió a pisar ni un barco ni el puerto, y el último se fue hasta Escocia, aunque tiempo después volvió al mismo puerto para dedicarse a la pesca, pero sin relacionarse con el primero.
En el pueblecito pesquero, las noticias corren más que los personajes, todos saben pero todos callan, el trabajo de investigación debe ir sorteando rumores, supersticiones, pequeños detalles que alumbren algo de luz, ocultaciones, acusaciones anónimas, hipótesis de lo más variadas, objetos y datos que no aparecen, confidencias,...
El ayudante del inspector, maño cerrado, llega a la desesperación en los interrogatorios a los vecinos, y a los gallegos en general: son reservados, no entiende la ambigüedad y siente chocar contra un muro de desconfianza, siempre queda la duda si están diciendo la verdad o te están mintiendo, suelen estar aquejados de mala memoria, no saben responder a una pregunta de forma directa, utilizan la rumorología, lo más frecuente es que te respondan con otra pregunta,... Vemos un choque entre los estereotipos del gallego y el maño.
La investigación policial arranca con el dato de la salida del puerto del marinero ahogado en su barco un domingo, en el que no se pesca, sólo y con la único testigo de una mujer mayor desde la ventana de su casa. El marinero aparece ahogado y el barco desaparecido.
Cuando el inspector tiene conocimiento del naufragio ocurrido algunos años antes, del que apenas se tienen datos, y en el que el ahogado fue uno de los supervivientes, se abre otra vía de investigación a la que ayudará bastante el cura del pueblo, poseedor de un buen archivo de recortes de prensa sobre el naufragio y muchas fotos de los habitantes del pueblo realizadas por él mismo.
Llega un momento en que el inspector cree que las dos muertes están relacionadas. La investigación da un giro y se amplía el área de los interrogatorios. Son importantes las pequeñas aportaciones que van haciendo distintos personajes secundarios.
El final de la novela contrasta con su desarrollo, pues de produce de forma rápida, aunque sorprendente después de haber barajado muchas posibilidades de culpabilidad.
Junto al tema central de la investigación por parte de la policía, aparecen los problemas personales del protagonista: la relación familiar propia de pareja que no pasa por buen momento y siempre relega en sus prioridades, la relación con su padre, semijubilado convertido en vinicultor, y su tío, con problemas de salud; su trabajo de colaboración en una radio local, que le da más dolores de cabeza que satisfacciones,...
Aparecen otros temas de temática político/social a lo largo de la trama de la novela: la construcción desaforada, lo que lleva a la destrucción del paisaje, a tener en la actualidad a un pueblo no reconocible y a la masificación en verano; la esquilmación de algunos caladeros y de algunas especies; la aparición de los furtivos, generalmente tolerados socialmente; racionalización del tiempo libre del trabajador, el espíritu ecologista de uno de los pescadores,...
También toca asuntos muy relacionados con la forma de ser del gallego, como la superstición, y nos ofrece algunos detalles: el uso de la medalla, la higa y la sal por parte de los marineros para espantar los malos espíritus, tocar hierro y escupir al suelo cuando se habla de desgracias o muertes, la creencia en la aparición de muertos, (fantasmas),...
La novela nos ofrece un buen recorrido por la gastronomía gallega cuando el protagonista visita el Bar Eligio, que lo salva de que muchos días lo único que llegue caliente a su cuerpo sea el humo de los cigarrillos que consume compulsivamente.
Los capítulos, la mayoría cortos, están encabezados por una palabra, que después aparece en el texto, con los diversos significados que le asigna el diccionario.
La prosa utilizada por el autor es sencilla, se deja leer con facilidad, los diálogos están bien trabados y en ellos aparece mucho el humor y la ironía.
Llama mucho la atención algunos detalles, como "El libro de los idiotas", que escribe el padre del protagonista con gran sentido del humor; así como el nombre de algunos de los bares, como "Las almas perdidas" o "Refugio del pescador", que podemos relacionar con la importancia del mar en la novela, que rige los tiempos de la vida de los que viven de él o cerca de él, que hace del pescador una persona solitaria que lidie continuamente con la incertidumbre y el miedo, como dice uno de los personajes: "el miedo es libre".
Las referencias continuas al clima recuerda las novelas del mismo género del escritor sueco Henning Mankell.
Hay una referencia directa a la película "Capitanes intrépidos" del año 1937.
Buena novela para los amantes del género negro, que la disfrutarán.
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