viernes, 11 de marzo de 2022

Club de Lectura. Marzo 2022

El Club de Lectura "Ben-al-Arte" se reunió el martes 8 de marzo, Día de la Mujer, para comentar la obra de Virginia Woolf, "Una habitación propia". Aquí podéis leer parte del contenido de la obra y comentados en la reunión.

La obra es un ensayo en el que la autora nos muestra sus opiniones sobre las mujeres y su relación con la producción literaria, un mundo que nos muestra gobernado por hombres, que son los que imponen su punto de vista.

Nos explica cómo se ha financiado la construcción de los colegios en las distintas épocas, haciendo hincapié en la facilidad para construir centros masculinos y las dificultades para construir centros para instruir a las mujeres.

Entre esas diferencias sustanciales entre sexos, hay que destacar que las mujeres se dedican principalmente a las labores relacionadas con la maternidad, que esto representa un lastre a su progreso, pues conlleva: parir multitud de hijos, dedicarse a su crianza y educación, administrar el hogar,…; es improbable entonces que las mujeres pudieran dedicarse a ningún tipo de trabajo o negocio para ganar dinero. Y de haberlo conseguido, las leyes les hubieran impedido el poder administrarlo, porque no podían tener dinero propio, todo era propiedad del marido, y hasta finales del siglo XIX no consiguen poder disponer de “su dinero”.

Establece una relación entre una situación económica estable y la estabilidad emocional a la hora de la creación artística. Por ello, la independencia económica abre la mente y da más libertad de pensamiento.

Algunos pensadores y escritores hablan públicamente de la inferioridad de las mujeres, tanto mental, moral y física, pero lo hacían para defender su superioridad, hablando desde la dominación, el poder y el dinero. Era el dominio del patriarcado. 

Los hombres necesitan a las mujeres, pues su superioridad la demuestran minusvalorándolas a ellas.

En la búsqueda de obras publicadas teniendo como tema la mujer, a la autora le llama la atención que la mayoría de los autores son hombres, algo que no ocurre al revés.

En cuanto a su vida personal, las mujeres no podían elegir marido, los designaban sus padres, y si no lo aceptaban, eran maltratadas, encerradas e incluso golpeadas. Esta violencia contra la mujer era un derecho reconocido socialmente al hombre, tanto en las clases altas como en las bajas, y lo practicaban sin avergonzarse. El matrimonio no era una cuestión de amor o de afecto, sino de avaricia familiar.

A pesar de eso ha habido algunas mujeres con carácter. Sin embargo, en las novelas y en las obras de teatro se las presentaba como protagonistas fuertes, y con iniciativa, aunque en la vida real apenas sabían leer y escribir, algo reservado también al marido.

De vez en cuando aparece alguna gran dama, pero de la vida de las mujeres corrientes no sabemos nada. No hay nada escrito sobre la mujer antes del siglo XVIII.

Como la mujer era obligada a casarse muy joven, sin tiempo para haber recibido instrucción, es imposible que pueda desarrollar una actividad escritora, como, por ejemplo, la realizada por Shakespeare. Para mostrárnoslo, la autora nos pone el ejemplo de la vida de una hipotética hermana de ese autor para comprobar esa imposibilidad. Aun teniendo las mismas habilidades que su hermano, no habría podido desarrollarlas debido a las puertas que estaban cerradas a las mujeres. Debía permanecer en el hogar ocupada en sus tareas mientras Shakespeare iba al colegio, por lo que no podía adquirir formación. Teniendo el mismo espíritu de aventura, la misma imaginación, las mismas ansias de ver el mundo que él, ella no pudo cumplir su sueño.

Considera la autora que una mujer con título educativo tendría más posibilidades de escribir. Y aunque alguna lo consigue, aprovecha para mostrar su indignación por la situación de la mujer (odio, amargura), lo que marca su obra con ese sello que le resta libertad a la misma. Algunas escriben aun sabiendo que sus obras jamás serán publicadas. Las hay que teniendo talento para la escritura piensan que eso es una ridiculez y signo de estar perturbadas mentalmente. Otras incluso consiguen vivir de la escritura y son un ejemplo para el resto de mujeres. Nos muestra algunos ejemplos, con sus nombres. A éstas, algunos hombres las denominan “marisabidillas con la manía de garabatear”.

A finales del siglo XVIII la mujer de clase media empezó a escribir, y a principios del siglo XIX ya empiezan a aparecer bastantes obras femeninas, generalmente novelas, porque aunque la propensión natural es escribir poesía, en las casas sólo hay una sala común para todos los miembros y es ahí donde se pueden poner a escribir y donde son continuamente interrumpidas, por eso, es más fácil escribir novelas que poemas o teatro, ya que necesitan menor concentración.

Las obras maestras son el resultado de muchos años de pensamiento y tienen unas profundas dificultades, tanto para hombres como para mujeres, relacionadas con el tiempo, el espacio y la concentración. Los escritores están sometidos a otros contratiempos: cargas familiares, problemas económicos,… Para la mujer escritora estas dificultades se multiplican. Tener una habitación propia, indispensable para respirar tranquilidad y poder concentrarse, era impensable hasta el siglo XIX, salvo que los padres fueran muy ricos y estuvieran de acuerdo con esa labor, pues hay que recordar que la mujer estaba sometida a la voluntad del padre, del marido o del hermano.

Considera la autora que el disponer de esa habitación y de una renta anual de quinientas libras permitiría a la mujer dedicarse a la escritura y estar a la misma altura que cualquier hombre escritor.

Los valores de los hombres se presentan distintos de los de las mujeres, prevaleciendo los de los primeros en la vida real, que después son los que se trasladan a la literatura.

En las novelas de principios del siglo XIX escritas por mujeres, sus autoras habían alterado sus valores a causa de las opiniones ajenas y se expresaban como escribirían las mujeres, no como lo harían los hombres, porque una mujer tenía que ser muy rebelde y muy valiente para desoír las críticas masculinas a sus obras; sin embargo, algunas autoras hicieron oídos sordos a esas voces masculinas que querían poner límites a su escritura para poder seguir sintiéndose superiores, y sí han sido reconocidas.

Se encontraban además con que no había tradición a la que agarrarse, pues los hombres no le sirven de ejemplo al tener una forma de escribir totalmente distinta. Al ser la novela un género joven se podía adaptar mejor a la mujer al no estar tan marcada por las formas masculinas.

Encontrar en siglos anteriores mujeres capaces de escribir poesía es prácticamente imposible. Sólo hay que fijarse en las estructuras de sus casas, el número de hijos que tenían, las tareas domésticas que debían realizar,... Solo alguna dama de la clase social alta, con propiedades y dinero, podría aprovecharlo para escribir algo, aunque utilizando un seudónimo o arriesgarse a recibir duras críticas.

A principios del siglo XX ya hay tantos libros de hombres como de mujeres.

La autora utiliza a una escritora ficticia para mostrar a sus jóvenes oyentes el lesbianismo como una forma de sexualidad tan válida como la heterosexualidad.

No se puede pretender que la mujer sea igual que el hombre: pensar igual, escribir igual, parecerse físicamente. Dice Virginia: “No podemos tener un solo sexo cuando dos pueden ser pocos”

La literatura se ha empobrecido al cerrar las puertas a la mujer.

Nos plantea la autora que en la mente hay un lado masculino y otro femenino, aunque existen escritores andróginos que pueden utilizar ambos lados indistintamente, pero el estado ideal para escribir sería el de la utilización de ambos, las dos partes viviendo en armonía, porque el escritor debe tener libertad, paz, la mente abierta para esta comunión entre la parte masculina y la femenina.

Concluye la obra con una reflexión crítica: a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX la ignorancia de las mujeres ya no se puede justificar en el hecho de que tienen obligaciones domésticas e hijos que criar. Recuerda que desde 1866 hay en Inglaterra dos colegios universitarios para mujeres, que en el año 1880 la ley autoriza a la mujer a ser propietaria de sus propios bienes y que en el año 1919 se le concedió el voto. Además  les está permitido ejercer la mayoría de profesiones. Por ello anima a las mujeres a que no busquen excusas sino que se atrevan a vivir en libertad y se preparen para algún día ser esa mujer que cree poesía. Y hay que hacerlo a pesar de las contrariedades.

Termina aconsejando el control de la natalidad: “con dos hijos es suficiente,…”.

Este ensayo examina si las mujeres eran capaces de crear, y lo hace mediante un repaso histórico de escritoras hasta la fecha en que escribe el libro, examinando las carreras de varias autoras reales.



La próxima reunión está programada para el día 5 de abril, a las 18:00 h. para comentar el libro "Tokio Blues" de Haruki Murakami.

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