martes, 23 de noviembre de 2021

Veinticuatro horas en la vida de una mujer. Stefan Zweig


La obra, que podemos considerar un relato largo o una novela corta, por su extensión, fue publicada en el año 1926.
Es una novela de corte psicológico, aunque también se podría considerar una novela de amores tortuosos, prohibidos y dañinos.
La historia comienza en un hotel de la Riviera, cerca de Mónaco, donde la tranquilidad de siete huéspedes del alojamiento, que compartían mesa, se ve alterada por la noticia de la fuga de Mme. Henriette, respetable esposa de un comerciante y madre de dos niñas, con un joven y atractivo francés que también se alojaba en el hotel y al que sólo conocía desde el día anterior. 
La noticia se propaga rápidamente entre los demás huéspedes del hotel, que lo valoran, casi por unanimidad, como inaceptable y condenable en una mujer de su estatus y su situación familiar. 
Entre los miembros de la mesa se considera el incidente inadmisible, visto desde su moral burguesa, y durante la comida se desencadena una acalorada discusión, llegando a ser incluso violenta, en la que se condena la conducta irresponsable e inconsciente de la tal señora. Pero no todos coinciden en la condena, hay uno de los presentes, que es precisamente el narrador de la historia, que, frente a las críticas de sus compañeros de mesa, defiende el honor de la Mme., sosteniendo que su forma de actuar demuestra en realidad mayor valentía, libertad y franqueza que el que demuestran otras mujeres que se someten, en contra de lo que desean, a una vida que las somete, las anula y las hace desgraciadas.  Esta atrevida opinión hace exasperar al resto de comensales y anima a intervenir a la distinguida, y hasta ese momento "anónima", anciana inglesa, Mrs. C., para poner algo de sosiego y a la vez pronunciarse sobre el asunto, contraponiendo sus ideas a las del osado discrepante, planteando la siguiente cuestión como conclusión del animado debate: ¿puede lanzarse una mujer cualquiera inocentemente a una aventura movida por un impulso desconocido, por una fuerza que la mueve a actuar de un modo que juzgaría imposible una hora antes de hacerlo,  y de lo cual no cabe hacerla responsable?   
Tras esa disparidad en las opiniones, Mrs. C. invita al narrador a subir a su habitación, de forma casi misteriosa, y le confía, en la más estricta intimidad, algo que le sucedió hace muchos años y que sólo ella conoce; y dado que ya que no volverán a verse, que en el fondo son dos desconocidos y que cree que no será juzgada por él, ni le hará ningún reproche dada la abertura de mente que ha demostrado con el caso de la huida de Mme. Henriette, procede a contarle lo sucedido en esas veinticuatro horas en la vida de una mujer, algo acaecido a ella misma, porque necesita contar lo que ha callado durante más de veinte años: las veinticuatro horas más tortuosas de su vida y que ha mantenido en secreto durante todos esos años.
Desde el inicio de la reunión de ambos hasta el final, es un monólogo de la dama inglesa, porque en realidad sólo necesita ser escuchada y escucharse a sí misma relatar lo sucedido, poner orden en sus ideas, expresarlas por primera vez; y los lectores podemos comprobar que veinticuatro horas de vida de una mujer dan para mucho.
Aunque al principio parecía ser otro personaje el centro de la historia, al final la protagonista de la novela es la anciana inglesa, aunque podríamos afinar más y decir que son sus recuerdos de lo ocurrido a lo largo de veinticuatro horas en su vida, hace ya muchos años.
En la novela, la moral es casi una protagonista más. Una moral tan dominante en esa época, tan hipócrita, y que, aún hoy nos hace juzgar los actos de los demás, como hacían los comensales del hotel. 
La obra nos presenta dos mujeres que se rebelan contra esa moral: una contra un matrimonio insatisfecho; otra que, dejándose llevar por el altruismo de salvar una vida, acaba dejándose arrastrar por una pasión desbocada. En ambos casos se sitúan fuera de los cánones de la moral reinante, porque, aunque con más de veinte años de diferencia entre lo sucedido a una y otra mujer, el problema que se plantea es el mismo, mantiene la misma vigencia social y moral, porque el conflicto planteado arranca de aspectos consustanciales de la subjetividad humana,  que están más allá de cualquier época. Después, ya nada será igual.
La protagonista se deja arrastrar por una pasión obsesiva a un mundo de deseos, que la hace sufrir en una lucha consigo misma, y ante el que se abandona. 
Ella se enamora de sí misma, de su gesto, de su obra salvadora pero a cambio sólo recibe desencanto, se siente herida en su orgullo que se podría haber salvado con una simple palabra, con un mínimo gesto, que le hubiera hecho cambiar su vida; sin embargo, eso va a condicionar su vida futura y a llevarla a sentir vergüenza de sí misma. Su salvación la encuentra con la confesión que realiza al narrador. La confesión, en la que insiste varias veces en "ser sincera", es también consigo misma; el oyente es necesario para descargar su conciencia de culpa, porque la culpa está ahí desde la primera línea, es esa culpa la que determina toda la narración. 
El autor muestra gran capacidad para mostrar la psicología de los personajes a través de una introspección acertada que nos lleva a vislumbrar varios temas: la voluntad y sus flaquezas, el temor a ser dominado por la inmediatez, la fuerza de pasiones desconocidas que pueden anular el control de la voluntad, la libertad personal, la hipocresía, la igualdad de género. 
Aparecen el deseo, el erotismo y el amor de forma un tanto implícita.
También llama la atención como puede construir un personaje a través del movimiento de sus manos, del danzar continuo de sus dedos, del diálogo entre dos partes de un mismo cuerpo.
La novela se puede considerar como una de sus grandes obras.

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