Novela publicada en el año 2020.
La obra no es una novela con las características con las que normalmente conocemos ese género, y, aunque se asemeja a unas memorias, tampoco podríamos clasificarla como tal. Es un libro en el que la autora nos va a contar historias de su familia teniendo como principal protagonista a su padre, que llega hasta poco después de la muerte de este.
El título podemos interpretarlo como referencia a la operación que le realizan a la madre de la autora, personaje de la novela, y a partir de la cual se condiciona la vida familiar; o al acto de valentía de Elvira Lindo de contarnos la vida de su familia, entrando en detalles íntimos.
Aunque la autora nos cuenta sucesos y anécdotas de una familia real e imperfecta, la suya, se centra más en la vida de su padre, Manuel, hijo de un capitán de la Guardia Civil, sin carácter, y una madre autoritaria..
En 1939, Manuel llega a Madrid con nueve años para vivir en casa de una tía, a la que él empieza a llamar la Bestia por el trato que recibe de ella, por decisión de su madre.
La ciudad vive inmersa en un ambiente de derrota, abandono y miseria, su tía trabaja en un hospital en el que trata a los heridos y mutilados de la guerra, y él está todo el día solo, haciéndose su propio mapa de una ciudad totalmente desconocida por la que empieza a moverse, de forma nerviosa, para pasar desapercibido, adaptándose a su ambiente, como al ambiente hospitalario de olor a sangre, enfermedad, lamentos y muerte, cuando va cada día a recoger a su tía.
Cansado de los golpes que recibe de su familiar, decide huir a Aranjuez, donde ha oído que también tiene familia. Allí será acogido por gente sencilla con la austeridad que obliga la pobreza.
Con este pequeño argumento, la autora creo un cuento. que aparece en las últimas páginas del libro y que fue representado con voz y música en Berlín en 2018. Ese es el origen de esta historia, según nos cuenta la propia autora.
Narrado en primera persona por la autora, como miembro más de la familia, vamos a ir conociendo la vida pasada, en un relato sencillo, entretenido pero sin una estructura definida, con idas y venidas en el tiempo, mostrándonos a los personajes más que con descripciones físicas, centrándose más en el carácter, las costumbres, las manías y las acciones. Lo vemos bien cuando nos habla de su abuela paterna, la "abuela mala", tacaña, cruda, cruel, su única pedagogía era la violencia (aunque su padre la justificara cuando era contra él), amoral, con sus propias normas, en su casa y con sus hijos sólo hablaba de dinero pero nadie veía ni un duro, todo guardado para la herencia, Pero la autora, su nieta, a pesar de provocarle temor, se sentía atraída por ella.
La generación de su padre gastó la energía en sobrevivir, prosperar y procrear. Él terminó siendo auditor de Dragados, casado y con cuatro hijos. Su habitat natural son los bares y la calle, fumador desde niño (eso lo acercaba a la figura de adulto).
Nos cuenta Elvira Lindo que la relación de sus padres fue apasionada y tormentosa debido a la personalidad desmedida de él y el corazón débil de ella. A él lo marcó su dura infancia, el mayor dolor que se puede sentir en la niñez, la soledad, la sensación de abandono, la falta de amor de su propia madre, y, aunque se describía como un pícaro que aprendió a sobrevivir, con los años afloran las heridas profundas que fue recibiendo, a pesar de eliminar de sus recuerdos cualquier atisbo de amargura o tristeza. Le queda ese espíritu de desobediencia infantil, el desprecio a la debilidad y a los superiores, exigencia de firmeza, es un hombre valiente y autoritario pero a la vez excesivamente social y sobreprotector de sus hijos, desplegaba por igual su optimismo y su cólera. Pero formando parte de su personalidad, hay una parte que esconde: teme a la tormenta, al viento, a perder a sus hijos, y algo que supera a todo: terror a la soledad, no soporta estar solo, como comprobamos en diversos momentos de su vida, hasta el punto de sufrir un ataque psicótico, y empieza a reclamar cuidados. La autora retrata a su padre desde la comprensión, la compasión y el amor.
La madre, de frágil salud por problemas de corazón, pasiva, dependiente del amor de su marido hasta un punto enfermizo; y alrededor, los niños, con una relación de amor-odio tanto con ellos como después con su marido. Al principio los niños oyen los argumentos fantasiosos de su padre y ven a su madre fuerte y valiente, pero con el paso del tiempo y su crecimiento van teniendo otra percepción de esa relación.
El amor de los padres, “un amor excesivo, celoso, desconfiado”, empieza a resquebrajarse tras la operación de ella y el cambio de costumbres de él, con la ruptura de pequeños recuerdos quiere simbolizar la ruptura con todo el pasado, afectando esto a las relaciones familiares.
Tras la muerte de su madre, la autora le achaca el no haberse esforzado en vivir, sufriendo por un hombre, convirtiéndose en una víctima vulnerable, en lugar de haber estado a su lado como una madre libre y reivindicativa. Esa muerte le produjo rabia, quizás porque le cogió en la adolescencia y quedaba desamparada; sin embargo, la de su padre que fue muy posterior, le produjo tristeza.
Para escribir esta historia, la autora regresa a su infancia, adopta esa voz infantil, esa mirada tierna, a veces melancólica y traviesa de la niña que fue, recuerda sus travesuras, sus insufribles viajes llenos de vomiteras, con el lenguaje y el vocabulario propio de la ingenuidad de la edad, su espontaneidad, y nos muestra la vida de sus padres, a veces apasionada, a veces tormentosa, con libertad, con cariño, con humor. Y nos lo narra todo con una emoción contenida.
También tenemos la voz adolescente, las manías, que ella llama pensamiento mágico, la aparición de la duda entre mantener la memoria con los traumas infantiles incluidos, o intentar borrarlos y que desaparezca la memoria, la asunción de la responsabilidad familiar que la alejarán de la niñez, la aparición de los coqueteos con la política o las drogas, el despertar al sexo,..,
La autora adulta, que ve similitudes con el carácter del padre, visita a la psicóloga que le explica que su padre hablaba de temas triviales en horas dramáticas para huir del terror que sentía, cuando un dolor se echa al olvido, cuando alguna circunstancia nos lo recuerda, vuelve con más intensidad. Ella sigue anclada a sus fantasmas para que no caigan en el olvido,
Asistimos a un magnífico trabajo de introspección, en el que nos confía secretos muy íntimos de su familia. Pero desde la atalaya de la observación, sin juzgar, sólo como alguien que simplemente quiere recordar y comprender.
Aunque no esté en la intención de la autora, también nos presenta un estudio antropológico de la sociedad española desde la finalización de la Guerra Civil hasta finales de los años 80, sobre todo a través del pensamiento, el lenguaje y las actuaciones del padre. También un retrato costumbrista del Madrid de las posguerra a través de los ojos de un niño. Puede entenderse como un homenaje a la generación que tras la guerra permaneció en España.
El lenguaje utilizado es coloquial dentro de una narración fluida, a veces el recuerdo surge ante un comentario de ese momento; y el vocabulario adaptado a la época, no podemos mirar el libro con los ojos actuales: idea del maltrato, la infidelidad,...
Utiliza el humor y a veces la ironía.
Aparición de variados temas: autoritarismo, machismo, gays (mariposones), cura maltratador, profesor pederasta, profesionales de la psicología,..
La aparición de algunas marcas: Seat 1430, coñac Fundador, Ceregumil, nos hace recordar también nuestra niñez.
Se repite la narración de algunos hechos.
Lectura agradable, amena, entretenida y con algunos hechos con los que muchos lectores se sentirán identificados.
Representación de "El niño y la Bestia" en Berlín en 2018. |
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