sábado, 9 de enero de 2021

Legado en los huesos. Dolores Redondo

Esta es la segunda novela que compone la Trilogía del Baztán.
La obra, que conecta con el final de la primera novela de la trilogía, comienza con la celebración del juicio contra Jason Medina, asesino y violador de su hijastra Johana. Pero este no puede celebrarse porque Jason se ha suicidado en los servicios del juzgado. Ha dejado una nota para la inspectora Salazar, presente en el juicio y en un estado avanzado de gestación. La nota sólo recoge la palabra "Tarttalo". Aunque en un principio no le dice nada, se va a repetir en los escenarios de una serie de crímenes y suicidios que van a ir sucediendo.
Tarttalo es un ser de la mitología vasco-navarra, una especie de cíclope que devora a sus víctimas y muestra sus huesos.
Esta trama de la novela recoge, a raíz de la aparición de unos restos óseos en una cueva y su posterior investigación, una serie de asesinatos de mujeres por parte de sus parejas que, una vez muertas sufren la amputación de parte de un brazo que desaparece, dejan escrita la palabra "Tarttalo" y después se suicidan.
Estos crímenes tan extraños hacen que la inspectora se implique con su equipo y vuelva al Valle, pues todas las víctimas guardan una relación de pertenencia con la zona, por vivir o proceder de ese lugar.
Amaia da a luz un niño, cuando todos los pronósticos es que fuera una niña, algo que tendrá importancia en el devenir de la novela.
Esta investigación se verá ampliada con otra que viene provocada por la profanación de una iglesia en un pueblo cercano a Elizondo, Arizkun, donde han aparecido unos mairu-beso. Estos son unos pequeños huesos de bebés que morían antes de ser bautizados y que se enterraban alrededor de las casas, en el hueco que hay entre el muro y la señal que deja el goteo del alero del tejado, espacio que recibe el nombre de itxusuria.
Este hecho nos servirá para ir conociendo el pasado de la inspectora, pues estos huesos tienen relación con su familia. Parece que el responsable de la profanación la reta directamente a ella. De ahí el origen del título de la novela.
Además, para seguir ahondando en el conocimiento histórico de esta zona de Navarra, la profanación se relaciona con los agotes, una especie de esclavos, de origen cátaro, que vivieron hace siglos en un barrio del pueblo, que fueron tratados como apestados, y que tenían un lugar para ellos en la iglesia, apartado y aislado del resto, y cuyo maltrato en el pasado parece que ahora alguien quiere vengar, o al menos reivindicar su memoria.
En esta historia aparecerá también la desequilibrada madre de la protagonista, que se encuentra ingresada en una institución psiquiátrica y que tendrá un papel importante en el desarrollo de la trama, haciendo que Amaia vuelva a rescatar su pasado. ese miedo interno que se activa por el simple olor de una persona, que reviva esas relaciones desequilibradas que mantiene con su hermana mayor, pero al mismo tiempo le sirva para ir obteniendo más información de la vida familiar, secretos del pasado que ni siquiera la tía Engrasi, el soporte y sostén familiar, conoce.
Para complicarlo algo más, tenemos a un personaje enigmático que parece saber más de lo que dice. Es un asesor del obispo que es agregado del Vaticano para la defensa de la fe, se relaciona con el Opus Dei y sabe bastante de la Inquisición.
Siguen las malas relaciones con algunos compañeros del cuerpo que continúan sin aceptar muy bien que los mande una mujer. Tiene que decidir si el inspector Montes, que está sancionado desde el final de la novela anterior, se puede incorporar al trabajo o seguir rehabilitándose.
Si la inspectora tiene poco trabajo se le añade algo de salsa, el juez con el que se relaciona profesionalmente empieza a mostrar interés personal por la protagonista, y a ella empiezan a entrarle las dudas.
Algo que se repite en ambas novelas es que Amaia lucha entre la lógica, la razón, la ciencia y la fe, la religión y la mitología, lo que la hace vivir profundas contradicciones y aflorar continuas dudas. Mantiene además contacto con  un personaje enigmático del FBI, del que su tía le avisa sobre el peligro que encierran sus breves pero intensas conversaciones telefónicas que mantienen.
El Valle del Baztán es un lugar en el que se juntan lo real y lo místico, bosques en los que habitan el basajaun y la diosa Mari en su cueva. Un lugar que sigue atrayendo y atrapando a nuestra protagonista, a la vez que le duele como una herida que no acaba de cicatrizar con la vuelta de antiguos fantasmas.
La obra mantiene el mismo tono de intriga que la novela anterior, se mezclan muy bien los distintos temas que trata y lleva un buen ritmo, lástima que el final se vea precipitado, todo ocurre muy rápido, en contraste con el detallismo conseguido a lo largo de toda la novela.
Las referencias continuas al tiempo meteorológico me recuerda algunas obras del  escritor sueco de novela negra, Henning Mankell.
Si te gustó la primera novela de la Trilogía, te gustará esta y desearás leer la tercera.

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