martes, 3 de noviembre de 2020

La sombra del ciprés es alargada. Miguel Delibes

Es la primera novela de Miguel Delibes, publicada en el año 1948 y con la que obtuvo el Premio Nadal.
La obra está dividida en dos partes: Libro Primero, dividido a su vez en XVII capítulos y el Libro Segundo, que contiene XVIII capítulos.
El protagonista de la historia, a la vez que narrador en primera persona, es Pedro.
La primera parte se desarrolla en la ciudad de Ávila. Allí acude Pedro, huérfano de padre y madre y con once años aproximadamente, llevado por su tío para dejarlo en manos de un profesor, Mateo Lesmes, que lo eduque durante un periodo de siete años (hasta finalizar el bachillerato).
La casa sirve de academia, con pocos alumnos, y lo que Pedro encuentra es un lugar frío, sin detalles, con una atmósfera de vida práctica y materialista donde lo excepcional es la hija, de tres años, muy viva y charlatana, y una pecera con dos peces. Pedro está rodeado de soledad.
Pronto llega otro alumno de su edad, Alfredo, de madre viuda, (mantiene una relación con "un hombre" al que el hijo no acepta), con el que Pedro congeniará rápidamente.
El profesor es un hombre triste, sin iniciativas, que va imbuyendo en sus alumnos una idea de hombre espiritual (vista hacia Dios), desechando la del hombre moderno, más pegado a lo terreno, lo material; les habla de la felicidad que se obtiene no deseando grandes cosas, "mientras menos tengas menos perderás", lo que lo convierte en una persona pesimista. Este espíritu es el que cala en Pedro, que cree haber madurado, haciéndose continuas preguntas sobre el hombre y sus actuaciones vitales.
Gregoria, la mujer del profesor, tiene su mismo carácter, es adusta como el entorno, poco habladora, excepto cuando hay algo que le interesa e intenta manejar a todos, que ejerce sólo de ama de casa.
Los dos amigos empiezan a recorrer la ciudad por su cuenta. Un día visitan el cementerio y quedan impresionados negativamente, al punto que Pedro empieza a pensar en la muerte y la fe y decide permanecer célibe.
Tras unas vacaciones de Alfredo en el norte, tras aprobar el segundo curso, vuelve enfermo y, tras algunas mejorías y recaídas, muere.
Las ideas del profesor y la muerte de su amigo hacen que el carácter de Pedro lo lleve al abandono del contacto con otras personas, que sea un ser solitario y pesimista, se aísle, se sienta desolado, sin relación con el mundo, no se quiere hacer ilusiones con nada porque al final lo acabará perdiendo. Con todo esto, forja sus principios inalterables a los que pretende no renunciar.
Una vez acabados los estudios, decide, con la oposición de su tío y su profesor, estudiar para marino mercante, pensando que así estará en el mundo sin estar en él, sin un lugar fijo en el que vivir, sin relaciones humanas,... Deja Ávila.
En el segundo libro, Pedro realiza sus estudios en Barcelona y empieza a hacer las prácticas en un barco frutero.
Estando embarcado vive los avatares de la guerra, con la que le surgen grandes dudas existenciales y de la que acabará abominando.
Una vez obtenido el título empieza a hacer viajes transoceánicos.
En uno de esos viajes, llegando al puerto de Providencia (Estados Unidos), rescata una pequeña embarcación que estaba a la deriva y conoce a Jane, una mujer que le cambiará su forma de pensar y su vida.
Pedro empieza a enamorarse sin él saberlo y sus principios, junto a su pesimismo existencial, entrarán en un camino en el que le surgirán serias dudas.
En una de sus visitas a Santander, se encuentra a Martina, que ahora es pianista, que le cuenta que huyó de sus padres al estar enamorada y por salir de ese ambiente, que fue engañada y ahora malvive en la ciudad. Este la convence y la acompaña a casa de sus padres, que la acogen. Comprueba que todo sigue igual: tristeza, oscuridad, pesimismo,... Mal futuro le espera a Martina.
Pedro enferma en un viaje de vuelta a España y pasa unos días con la familia de su compañero Luis. Este le insiste para que abandone la vida monacal a la que se ha suscrito y aproveche lo que le ofrece la vida. Él, y su resignación cristiana, piensa que no hay solución, que su vida seguirá siendo como hasta ahora.
La suegra de Luis pone su granito de arena y le insiste en que tome una determinación, que en la vida hay momentos buenos y malos, que no se puede estar viendo continuamente sólo lo negativo.
De vuelta a Providencia se declara a Jane, esta le corresponde, y deciden casarse de forma rápida. Él tiene que volver con el barco a España y ella esperará al próximo viaje para volver junto con él.
En su estancia en España aprovecha para buscar casa. Recibe la noticia que va a ser padre, lo que lo llena de felicidad y a la vez de incertidumbre.
El día de la vuelta a Providencia, Jane lo espera en el puerto, pero tiene un accidente con el coche y muere.
Pedro vuelve a Ávila (cierre redondo de la novela), una ciudad triste, fría, con su fondo histórico y místico, lugar de encierro, silencio y recogimiento; visita el cementerio y la tumba de su amigo Alfredo, enterrado bajo la sombre de un pino, y por una ranura introduce el anillo de casada de Jane, así une de forma simbólica a las dos personas que ha amado.
Ya en esta primera novela de Delibes vemos ideas que irán apareciendo a lo largo de sus otras obras: aparición de jóvenes; oposición entre campo (mucho trabajo y pocos alicientes) y ciudad (modernización), y entre civilización y destrucción del patrimonio; tratamiento y presencia de la muerte (ya el título nos daba un apunte: ciprés, asociado a cementerio); las relaciones humanas con su complejidad; ambiente triste, quizás reflejo de un escritor melancólico.
La novela sirvió como base para la película de Luis Alcoriza, en el año 1990, y que en un principio llevó el título de "Los cuatro postes".
A pesar de la tristeza y la melancolía que encierra la obra, ya se empezaba a ver la calidad de la escritura de Miguel Delibes. Merece la pena su lectura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario