El martes 6 de octubre se reunió el Club de Lectura "Ben-al-Arte" para comentar el libro "Cinco horas con Mario", de Miguel Delibes, del que se conmemora en este mes los cien años de su nacimiento.
A la reunión asistieron 15 personas de forma presencial y otras 3 enviaron sus comentarios por correo.
Esto es un resumen de los comentarios que se realizaron.
Los
personajes principales son dos: Mario, muerto de un infarto y del que sólo
conocemos sus acciones por lo que nos va a ir contando su mujer en el monólogo
que va a mantener a lo largo de la novela; el otro es Carmen Sotillo, la viuda,
que va a monologar a lo largo de la noche en la que va a permanecer en
solitario junto al cadáver de su marido.
Hay otros
personajes secundarios que aparecerán en las palabras de Carmen o en los
capítulos inicial y final, pero brevemente, como: Mario, el hijo mayor del
matrimonio; Valentina, la mejor amiga de Carmen y su confidente; Encarna,
cuñada de Carmen, viuda de un hermano de Mario; Esther, amiga pero que no le
cae bien; y el grupo de amigos y compañeros de Mario: Arronde (boticario),
Antonio (Director del Instituto), Moyano (amigo de tertulia), Oyarzum, Nicolás
(Director del periódico),….
El único
lugar que aparece en la novela es la casa en la que vive el matrimonio, donde
se halla el cadáver para ser velado.
El tiempo de
la acción, es la noche del día 24 de marzo de 1966, según se recoge en la
esquela funeraria con que empieza la novela. Y la duración, según el título,
las cinco horas será el tiempo que dura el monólogo de Carmen.
La obra
comienza con el duelo al difunto y la visita de familiares y amigos para dar el
pésame a los familiares directos. Insiste mucho el autor con el empleo de las
frases hechas que se suelen oír en este tipo de actos y que repite
continuamente, como ocurre en realidad. El final de la novela vuelve a este
escenario de familiares y amigos para trasladar el féretro a la iglesia y
seguir el ritual del entierro. Unas escenas totalmente costumbristas.
Delibes nos
hace un retrato social de la ciudad y la época: una sociedad provinciana entre
finales de los años cincuenta y mediados de los sesenta.
Los
comentarios, pensamientos y reproches que Carmen hace sobre el carácter, las
costumbres y las actuaciones de su marido, del que nos construye un retrato en
negativo, incita a que el lector vaya haciéndose una idea del Mario real, a la
vez que va a ir definiéndose ella misma, así observamos que se tratan de dos
personas totalmente distintas, en carácter, en formación académica, en sus
concepciones del mundo y la vida, en sus ideas políticas y religiosas, en la
valoración y prioridad que dan a las normas sociales, incluso a la forma de
vestir y la aceptación de los convencionalismos.
Así nos
podemos hacer una idea de Mario: es un profesor, catedrático de instituto, un
periodista polémico y un escritor sin éxito, un intelectual progresista, de
principios, honesto, íntegro, comprometido socialmente, con una mente crítica,
defensor de la democracia y de la libertad de expresión, se opone a las
autoridades y habla de los problemas sometiéndose a la censura y las denuncias,
que busca la justicia, la igualdad de oportunidades entre los hombres, que
rechaza el subterfugio de las recomendaciones e influencias, que tanto se
prodigaban en la época, que luchaba, con sensibilidad y respeto, para que las mujeres y los pobres tuvieran
acceso a los estudios superiores, que la mujer pueda tener acceso a un puesto
de trabajo, que intenta hacer desaparecer las diferencias de clase y que
defiende y ayuda a los presos políticos.
Mario no
encuentra la salvación en su casa, no tiene una esposa razonable, a Carmen la
vemos como la perfecta señorita de provincias de los años 60: ignorante, mediocre,
hipócrita (quiere hacer creer que Mario le ha sido infiel para ocultar su
desliz con Paco), de belleza exuberante, materialista (deseo por un 600, la
cubertería de plata,…), vive fijándose en las apariencias (no soporta que su
marido vaya en bicicleta, que se relaciones con trabajadores,…), es obsesiva,
vanidosa, chovinista, defensora de los valores de “su clase”, racista, (llega
hasta la separación física en distintos espacios), es la representación de una
España tradicional, conservadora, reaccionaria, ganadora de la Guerra Civil
(“la guerra es un oficio de valientes”), quiere una España limpia de la
obscenidad, inmoralidad y corrupción extranjera, así como de ideas democráticas
e igualitarias (¿Para qué debe estudiar la mujer?), detesta las críticas que
realizan los intelectuales, Mario incluido, y reivindica el papel de la
Autoridad, el sometimiento de la población al poder (“no sobresalir, no pensar,
no contradecir”, “guardar silencio y obedecer” “los que dependen de mí deben
pensar como yo”), y el papel de la Iglesia (“los españoles los más católicos
del mundo”), pues tiene convicciones religiosas muy arraigadas, incluso le
parece mal el Concilio Vaticano II por su aire modernizador, y ¡por pedir!, incluso desearía que volviera a actuar la Inquisición. Se apoya en los
convencionalismos sociales para apuntalar una vida vacía y sin demasiado
sentido, que ha vivido al lado de su marido resignada y sumisa, aunque
reprimida, frustrada e insatisfecha a lo largo de veintitrés años de
matrimonio.
Carmen
utiliza con fidelidad el lenguaje popular que en el modo de pensar y expresarse
representa a una mujer vulgar y corriente de la burguesía franquista. El
monólogo suena espontáneo y creíble.
En sus
opiniones y quejas sobre la juventud, vemos la reproducción del mensaje con que
el régimen componía su propaganda, por ejemplo, de que la Universidad era una
fábrica de rojos, que ella ve en su propio hijo.
La escena
final entre la protagonista y su hijo mayor nos hace concluir el triunfo
inminente de los valores del difunto.
La novela ha
sido adaptada y llevada al teatro con gran éxito de público.
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