Este libro de Manuel Vilas, Ordesa, publicado en 2018, fue considerado el mejor libro del año por el suplemento Babelia de El País.
Más que una novela se puede considerar un libro de memorias. Es el propio autor quien nos va narrando retazos de su vida usando para ello su propia memoria. Nos llegan oleadas de recuerdos que percibimos de una manera difusa, pues los hechos narrados recoge estampas de su vida, y la de sus familiares próximos, sin orden cronológico y en gran variedad de lugares y espacios, con grandes lagunas por carecer de datos y pruebas: fotos, contraste de opiniones, documentos,...
En el contenido, el autor entona un mea culpa por el trato dado a sus padres mientras vivieron, pues aunque reitera el amor que sintió por ellos, y el que él recibió, no se reflejaba en el trato que se daban en sus comportamientos. Es una familia poco dada a los afectos externos.
Sus padres se convierten en el centro de la narración. Su padre era para el autor una especie de héroe al que siempre se quiso parecer y que lo ha dejado marcado en sus pensamientos. Su madre es a quien él más se parece, una persona que sólo vive el presente, sin memoria, sin ubicación precisa, sin amigas duraderas,...
Vilas, al hablarnos de su familia, con emoción y a veces con desgarro, y de sus extrañas relaciones, de la ruptura de lazos; nos mete de lleno en la forma de vida de una familia de clase media-baja entre los años sesenta, setenta y ochenta principalmente. Muchos de los lectores nos sentimos envueltos en la atmósfera de esa época descrita y podemos vernos identificados con los personajes de la trama.
El libro exuda dolor, tristeza, melancolía, porque el autor siente que ha perdido una oportunidad de haber sabido más sobre sus progenitores, sus familiares anteriores a él, de familiares cercanos; y ahora ve que ese tiempo ha pasado y ya no hay posibilidad. Al momento, la historia se desenvuelve entre lo real y lo ficticio y nos descubre dos opciones: una que se acerca al mundo mágico, y es el camino que queda abierto para que los difuntos vuelvan a visitar a sus hijos (lo que provoca en él los recuerdos); la otra es que el trato que él dispensó a sus padres es el mismo que él recibirá por parte de sus hijos (ya adelantado en una de las frases que pone en boca de la madre).
La palabra que más aparece es muerte, como si el autor nos señalara que ese es el final al que todos hemos de llegar y nos marca lo efímero de nuestras vidas. A veces la ve con dolor pues es una barrera que impide seguir indagando en el conocimiento y en poder compartir el amor que se sienten. En otras ocasiones la trata con cierta comicidad. A pesar de ello, no asiste nunca a ningún entierro, salvando sólo los de sus padres.
Como algo anecdótico, el protagonista pone a sus familiares más cercanos nombres de compositores de fama reconocida.
La obra, antes del epílogo, acaba en el momento en el que él es engendrado por sus padres, volviendo al mundo de la ficción.
Vemos algunos apuntes sobre diversos temas: reminiscencias de la guerra civil con su ola de silencio, la pederastia con silencio y denuncia, la corrupción política, la diferencia económica entre regiones y clases sociales,...
Por último, el color elegido para la portada, el amarillo, representa para el autor el paso del tiempo, el color que adquieren los objetos antiguos. Para otras personas incluso se vincula con la mala suerte, e incluso la muerte.
A pesar de estar considerado como el mejor libro de 2018, no es un libro fácil de leer, por sus saltos narrativos, repeticiones, falta de concreción de hechos reales y abundancia de pensamientos esotéricos. Pero sí mantiene un tono poético alto en bastantes partes del libro, dando lugar a unas memorias muy particulares.
Más que una novela se puede considerar un libro de memorias. Es el propio autor quien nos va narrando retazos de su vida usando para ello su propia memoria. Nos llegan oleadas de recuerdos que percibimos de una manera difusa, pues los hechos narrados recoge estampas de su vida, y la de sus familiares próximos, sin orden cronológico y en gran variedad de lugares y espacios, con grandes lagunas por carecer de datos y pruebas: fotos, contraste de opiniones, documentos,...
En el contenido, el autor entona un mea culpa por el trato dado a sus padres mientras vivieron, pues aunque reitera el amor que sintió por ellos, y el que él recibió, no se reflejaba en el trato que se daban en sus comportamientos. Es una familia poco dada a los afectos externos.
Sus padres se convierten en el centro de la narración. Su padre era para el autor una especie de héroe al que siempre se quiso parecer y que lo ha dejado marcado en sus pensamientos. Su madre es a quien él más se parece, una persona que sólo vive el presente, sin memoria, sin ubicación precisa, sin amigas duraderas,...
Vilas, al hablarnos de su familia, con emoción y a veces con desgarro, y de sus extrañas relaciones, de la ruptura de lazos; nos mete de lleno en la forma de vida de una familia de clase media-baja entre los años sesenta, setenta y ochenta principalmente. Muchos de los lectores nos sentimos envueltos en la atmósfera de esa época descrita y podemos vernos identificados con los personajes de la trama.
El libro exuda dolor, tristeza, melancolía, porque el autor siente que ha perdido una oportunidad de haber sabido más sobre sus progenitores, sus familiares anteriores a él, de familiares cercanos; y ahora ve que ese tiempo ha pasado y ya no hay posibilidad. Al momento, la historia se desenvuelve entre lo real y lo ficticio y nos descubre dos opciones: una que se acerca al mundo mágico, y es el camino que queda abierto para que los difuntos vuelvan a visitar a sus hijos (lo que provoca en él los recuerdos); la otra es que el trato que él dispensó a sus padres es el mismo que él recibirá por parte de sus hijos (ya adelantado en una de las frases que pone en boca de la madre).
La palabra que más aparece es muerte, como si el autor nos señalara que ese es el final al que todos hemos de llegar y nos marca lo efímero de nuestras vidas. A veces la ve con dolor pues es una barrera que impide seguir indagando en el conocimiento y en poder compartir el amor que se sienten. En otras ocasiones la trata con cierta comicidad. A pesar de ello, no asiste nunca a ningún entierro, salvando sólo los de sus padres.
Como algo anecdótico, el protagonista pone a sus familiares más cercanos nombres de compositores de fama reconocida.
La obra, antes del epílogo, acaba en el momento en el que él es engendrado por sus padres, volviendo al mundo de la ficción.
Vemos algunos apuntes sobre diversos temas: reminiscencias de la guerra civil con su ola de silencio, la pederastia con silencio y denuncia, la corrupción política, la diferencia económica entre regiones y clases sociales,...
Por último, el color elegido para la portada, el amarillo, representa para el autor el paso del tiempo, el color que adquieren los objetos antiguos. Para otras personas incluso se vincula con la mala suerte, e incluso la muerte.
A pesar de estar considerado como el mejor libro de 2018, no es un libro fácil de leer, por sus saltos narrativos, repeticiones, falta de concreción de hechos reales y abundancia de pensamientos esotéricos. Pero sí mantiene un tono poético alto en bastantes partes del libro, dando lugar a unas memorias muy particulares.
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