Desde el principio se percibe que los relatos están escritos con naturalidad, son totalmente creíbles. Tal como leemos, tenemos la idea que vamos realizando un recorrido por la vida de la autora, sean totalmente autobiográficos o no, son asuntos relacionados con temas acaecidos a lo largo de su propia vida y a ella misma.
En las historias van a ir apareciendo vidas desastradas, pero en las que el desastre se percibe con normalidad, no se percibe tragedia. La autora nos muestra la miseria humana, la degradación, el racismo, las drogas, la desubicación, la suciedad aceptada de los inadaptados, pero también nos deja apreciar retazos de ternura, emociones, sentimientos solidarios.
Sus
personajes son gente maltratada por la vida pero también por ellos mismos, pero
también van de frente, con sinceridad y con una inconsciencia admirable. La
vida de estos personajes transcurre en ambientes ordinarios, que a veces
devienen clandestinos, lúgubres, sórdidos y peligrosos.
En el transcurrir
de los relatos observamos cómo pasa el tiempo sobre la autora, así nos permite
ver su trayectoria vital desde la niñez, la juventud, la madurez y la llegada a
la vejez, lo que resulta interesante para el lector.
A través de
la historia como conjunto, vemos cómo asume diferentes trabajos: mujer de la
limpieza, enfermera en distintos espacios (urgencias, clínicas,…),
recepcionista, telefonista, maestra de literatura (en una cárcel),... También
observamos cómo su vida transcurre en diversos países, estados, ciudades,
siempre en continuo movimiento… Este recorrido le brindó incontables escenarios
que vamos viendo como escenarios de los relatos.
Algunos
relatos guardan relación con otros, aunque se puedan leer y tengan sentido de
forma individual, pueden ser los mismos personajes en momentos distintos,
algunos personajes mezclados con otros distintos en otro lugar y en otro tiempo,…
La autora nos
sorprende por su capacidad para mostrarnos lo cotidiano desde la periferia, llegar
hasta los márgenes incómodos, contarnos historias que quizás nadie querría leer,
y sobre todo es de destacar su percepción personal de la melancolía, la
pérdida, la muerte,…
La obra está repleta
de referencias al dolor, tanto físico como emocional, los pequeños desastres
cotidianos, el aislamiento social y a veces familiar, la soledad, la muerte, las
tragedias anónimas que pueblan una dimensión del sufrimiento humano. Pero la
autora evita el sentimentalismo y reflexiona sobre esos temas con sentido del
humor, la ironía, que emplea incluso con la muerte.
Los
sentimientos oscilan entre la tristeza profunda y la alegría desatada: aparecen
variedad de enfermos de los hospitales, los padres, tíos, abuelos, primos, la
hermana moribunda, mujeres que deben desplazarse para abortar en lugares
ilegales, los niños y niñas de las escuelas con sus problemáticas, la
diversidad de presos; también tienen su espacio los jefes, profesionales
reputados, compañeros de trabajo, maridos, esposas, amantes, amigas y amigos de
la protagonista,…
El relato que
da título a la obra nos muestra un decálogo para las mujeres de la limpieza,
que siempre están en el punto de mira de las señoras para las que trabajan y estando
continuamente cuestionadas, observadas y juzgadas. A través de esos consejos la
autora nos muestra cómo es la sociedad americana en el punto alto de la escala
social.
En otros
relatos aparecen costumbres mexicanas, en algunos casos como contraposición a
las americanas, como las relaciones cercanas entre familiares o en general.
La mujer es
el centro de la mayoría de los relatos, en los que aparece en sus más diversas
condiciones familiares y edades: abuela, madre, hijas, sobrinas; así como en
sus diversos estados sociales: señoras, criadas, empleadas; profesiones:
enfermeras, maestras, monjas, criadas, administrativas; con problemáticas
concretas: alcoholismo, aborto ilegal, maltrato, abusos sexuales, abandonos.
Hay una
abundancia de personajes alcohólicos, referencias a las licorerías, centros de desintoxicación,
juicios y penas de cárcel vinculadas con el alcohol. Todo muy relacionado con
la familia de la autora y con ella misma.
Algunos
relatos acaban de forma repentina, de golpe, sin final, dejando esa iniciativa
a la imaginación de cada lector.
También
aparecen costumbres muy americanas como el uso de las lavanderías colectivas y
las relaciones sociales que se establecen alrededor de ellas.
A lo largo de
los relatos aparecen referencias musicales variadas y referencias a obras
literarias y autores, incluso aparece un relato concreto destinado a la
escritura y la creación literaria (en la cárcel).
Hay una
referencia concreta a Ramón J. Sénder, al que había conocido personalmente la
autora en la universidad.
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