lunes, 20 de noviembre de 2023

Homenaje a Concepción Arenal

La Biblioteca Arroyo de la Miel rinde homenaje a Concepción Arenal en el bicentenario de su fallecimiento.

El viernes 24 de noviembre, a las 19:00 hLas Voces de los libros podrán voz a la obra de la que fuera una de las pioneras en la reivindicación del papel de la mujer en la sociedad.

En el acto participan alguno de los clubes de lectura de las Bibliotecas de Benalmádena y/o de las asociaciones culturales Ben-al-Arte y Ateneo Libre de Benalmádena.

Este es el cartel anunciador.

jueves, 16 de noviembre de 2023

La soledad de los números primos. Paolo Giordano

El Club de Lectura Ben-al-Arte ha programado para el día 12 del mes de diciembre de 2023 la lectura de la novela "La soledad de los números primos", de Paolo Giordano.

La reunión se iniciará a las 18:00 horas, en el local de su sede. La asistencia es abierta hasta completar aforo.

Este es el cartel anunciador. 

Club de Lectura. Noviembre 2023

El Club de Lectura "Ben-al-Arte" se reunió el martes 14 de noviembre, para comentar la obra "Catedrales" de Claudia Piñeiro.

Aquí podéis leer parte de los comentarios aportados por los participantes en la reunión. 

La obra está catalogada como novela negra, que algunos defienden por abordar un problema social. Otros la valoran como una novela familiar, pero de rupturas, donde aparecen secretos, descubrimientos y confesiones.

El acontecimiento y motivo central de la obra es la aparición, en un descampado, del cuerpo de una joven de diecisiete años descuartizado y quemado.

La historia arranca después de transcurridos treinta años del hecho y, a lo largo de seis capítulos, vamos a ir conociendo datos del mismo pero desde distintos puntos de vista: familiares, una amiga, un médico forense, hasta concluir en el epílogo con las conclusiones recogidas en una carta que el padre de la víctima escribe para que sea leída por otra de sus hijas y su nieto.

La joven Ana, la víctima, es la hija menor de una familia compuesta por el matrimonio y tres hijas, cada una con un carácter diferente: Carmen, la mayor, imbuida de un obsesivo pensamiento religioso, muestra una actitud impositiva ante las hermanas en el ámbito familiar y una cara carismática en su faceta pública; Lía, la segunda, se declara atea cuando su hermana está de cuerpo presente, aunque cree que ya lo era antes; se llevaba bien con Ana, eran confidentes; Ana, la pequeña, enfrentada continuamente con su hermana mayor, es la favorita de su padre.

Es una familia de creencias religiosas en la que algunos miembros rayan en el fanatismo y otros en el ateísmo. La madre y la hermana mayor serían del primer grupo, aderezado de bastante hipocresía; y los otros, incluyendo al hijo de Carmen, estarían más cercanos al segundo. El padre, Alfredo, posee un pensamiento pragmático, científico, con un carácter sereno y una actitud perseverante, con un gran fondo sentimental.

Al poco tiempo del luctuoso suceso, Lía se traslada de Buenos Aires a Santiago de Compostela. Se comunicará por carta sólo con su padre con el compromiso de que solamente intercambiarán información sobre la investigación de la muerte de su hermana, absolutamente nada sobre el resto de la familia.

Pasados 30 años recibe la visita de su hermana mayor, que viene acompañada de su marido, Julián, y con la que no ha intercambiado una palabra desde el día del entierro de Ana. El motivo es la desaparición voluntaria de su hijo y que un investigador ha situado en el entorno de la librería de su propiedad.

El diálogo es tenso y la despedida acaba con una sorpresa malévola por parte de Carmen.

Mateo es el hijo de Carmen y Julián, tímido, poco sociable, él se define como una propiedad de sus padres, y marcado por la muerte de su tía (él habla de cicatriz).

Ha salido de Buenos Aires a conocer catedrales europeas, un Camino de Santiago especial, en un recorrido diseñado junto con su abuelo; ha roto todo contacto con sus padres, a los que cataloga como opresivos; y ha recalado en Santiago de Compostela porque trae un mensaje junto con unas cartas, también de su abuelo, para su tía Lía, a la que nunca ha visto y, por tanto, no se conocen.

Marcela es la amiga íntima de Ana, de su misma edad. En un accidente el día de la desaparición de Ana, el golpe que ha sufrido en la cabeza le ha provocado amnesia anterógrada, es decir, sólo recuerda lo anterior al golpe, todo lo demás lo olvida al poco de que suceda, no tiene memoria.

Al recuperar la consciencia tras el golpe, cuenta lo sucedido hasta ese momento, pero nadie la cree, piensan que el golpe la ha trastornado.

Ha desarrollado unas técnicas para poder vivir con ese problema y su habla es a retazos, con continuas repeticiones, para los otros personajes y el lector, pero no para ella.

Se guarda una información que juró a Ana no revelar. Y cumple su juramento. Los personajes no saben, pero el lector sí.

Alfredo contacta con ella, después de 30 años, y empiezan a verse asiduamente porque ha descubierto que algunas de sus afirmaciones coinciden con razonamientos del joven forense del caso, único discrepante de las tesis del grupo investigador en aquel momento; con el que también ha contactado.

Elmer era un joven médico forense, ahora tiene una vida algo complicada pero sigue siendo aquella persona meticulosa, ordenada (nos dice hasta la marca del cuaderno que emplea para sus anotaciones), amante de su trabajo y que guarda montones de archivos y documentos de los casos en los que ha trabajado. Aún recuerda el caso de Ana.

Hace una defensa del trabajo del criminalista aunque en su caso lo haya llevado al divorcio. Ahora reflexiona sobre su futuro, sobre todo cómo será cuando se jubile.

Consulta sus anotaciones e informes y se ratifica en las mismas conclusiones que había sacado 30 años atrás. Lo siguen asaltando muchas preguntas sobre elementos que se salían de la lógica de ese tipo de crímenes.

Cuando se reúnen los tres (           Marcela, Alfredo y él), antes de trabajar sobre el listado de amistades de Ana que ha confeccionado Marcela, le hace varias preguntas a esta y saca unas conclusiones que dará luz sobre lo ocurrido. Marcela se siente liberada al no haber tenido que faltar al juramento que hizo y Alfredo queda impresionado, 30 años después, sintiéndose, en cierta medida, culpable de lo que le sucedió a su hija. Ahora sólo queda el desahogo de las lágrimas.

Puestos a recabar información sobre lugares de la época, ahora es difícil averiguar, pero la expresión de Ana: “Él no puede”, hace a Alfredo sacar sus propias conclusiones.

Julián es seminarista, no es una persona decidida, se deja manipular. Procede de una familia de padre católico practicante, mujer obediente que termina abandonándolo y cinco hijos que reniegan de su madre y le niegan el perdón. Él quiere ser sacerdote para poder perdonar a su madre si ella se lo pide.

El inconveniente que encuentra es el celibato, algo que racionalmente no llega a comprender. Aconsejado por el cura de la parroquia entra en el seminario, a pesar de sus dudas, pensando que la convivencia con los compañeros lo convencerán para seguir.

Reflexiona sobre su vida, no teme al infierno tras el juicio final sino a que tenga que pagar sus pecados en esta, y la desaparición voluntaria de su hijo puede ser el primer eslabón de una larga cadena de penitencias.

Se enamora de Carmen, teniendo siempre la Iglesia en medio y el papel que Carmen quería jugar dentro de ella. En ese amor se cruza Ana, también enamorada de él pero más atrevida que su hermana.

En su dejadez e inacción, no asume ningún tipo de responsabilidad, valorando además que la Iglesia, su religión, siempre perdona cualquier pecado, basta con confesarse.

Planifica su futuro con Carmen y a partir de ahí ella no dejará que nada, ni nadie, lo arruine, por grave que sea lo que suceda, porque ella tampoco se siente culpable de nada, la culpa siempre es de los otros, añadiendo una cualidad más, su frialdad a la hora de planificar cualquier treta para conseguir sus objetivos.

Carmen es la hermana mayor. Es controladora, fría, se impone a sus hermanas y maneja a Julián. Su religiosidad la ha llevado al fanatismo. Todo lo que ocurre lo achaca a una decisión divina. Además confía mucho en sus dotes de persuasión y cree que, si habla con su hijo, lo convencerá y volverá junto a sus padres.

Al ser la mayor se tomó la llegada de sus hermanas como una afrenta y la llevó a una guerra permanente, sobre todo con Ana, la más parecida a ella y a su madre.

Justifica su problema de no poder tener más hijos, que era su gran deseo, a un castigo divino por lo sucedido a su hermana, aunque su malestar principal no fuera por ella.

Defiende su egoísmo como un favor que hace a su familia.

Tanto ella como su marido se volcaron en la educación de su hijo, acaparándolo y aislándolo socialmente, y piensa que los cambios que sufrió se debieron a la influencia de su padre, el abuelo, y las recomendaciones de lecturas que le hacía. También culpa a las cartas que este le dejó y que ella no pudo encontrar para robárselas y conocer su contenido.

La suerte de Carmen es tener un Dios que lo perdona todo.

Alfredo es el padre de familia, serio, leía la Biblia pero la discutía, partidario de la Teoría de la Evolución, adora a su hija pequeña, habla mucho con su nieto y le recomienda libros, se cartea con su hija Lía, con la que ha seguido preocupándose por aclarar la muerte de Ana durante 30 años. También hablan de catedrales, plantas y flores.

En el epílogo de la novela, este deja en manos de su hija Lía y su nieto el saber la verdad sobre la muerte de Ana, sabiendo el dolor que les puede causar, dándoles la posibilidad de leer la carta o no hacerlo. Se declara culpable por no haber abordado ciertas materias en la educación de sus hijas.

La carta recoge sus reflexiones sobre la muerte, el amor y la fe.

Al conocer detalles de la muerte lo abordan muchas dudas y llega a plantearse: “…que no puedo descifrar. O no quiero descifrar, o no me atrevo”. Vértigo al borde de la verdad.

Habla de sus amores, distintos, razonados y explicados.

Sobre la fe muestra sus dudas, concluyendo que cada persona pueda construir su propia catedral con sus propias creencias y valores, como aparece reflejado en la dedicatoria de la novela.

La novela se desarrolla en diversos escenarios en la ciudad de Buenos Aires y en Santiago de Compostela. Aparecen hechos con treinta años de diferencia.

La estructura de la obra nos muestra a cada personaje con su punto de vista y su grado de responsabilidad, asumida o no, en la trama. En ella hay dos personajes buscadores, uno la abre, Lía; el otro la cierra, Alfredo.

Son varios los temas que se abordan a lo largo de la novela: la búsqueda de la verdad y la memoria (también la pérdida de la memoria); el aborto, con bastante controversia en Argentina; la maternidad, con puntos de vista diferenciados entre Lía y Carmen; la institución religiosa, regida por hombres y, en cierta forma, enfrentada a la mujer;…

Hay un guiño a la literatura y al arte: Borges, Raymond Carver (Cuento Catedral), Richard Dawkins (El espejismo de Dios), información sobre templos y catedrales; la música de Adriana Varela (“Naranjo en flor” y “Garganta con arena”).

El uso de la ciudad de Santiago de Compostela, con catedral, como símbolo de la cristiandad católica, pero con el “Camino de Santiago”, que acoge a un gran número de ateos a los que mueve otros intereses distintos a los de la fe, o envueltos en esas dudas que trasmite Alfredo al final de su carta.

Muchos son los motivos para justificar el título, quizás cada uno tenga el suyo, como cada uno tenga “su catedral”, volviendo a la referencia de Alfredo en la carta y en la dedicatoria de la novela.


El próximo encuentro será el martes 12 de diciembre para comentar la novela "La soledad de los números primos" de Paolo Giordano.