miércoles, 23 de junio de 2021

El ardor de la sangre. Irène Némirovsky

Irène Némirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942) recibió una educación exquisita, aunque tuvo una infancia infeliz y solitaria. Tras huir de la revolución bolchevique, su familia se estableció en París en 1919, donde obtuvo la licenciatura de Letras en la Sorbona.
La Segunda Guerra Mundial marcaría trágicamente su destino. Deportada a Auschwitz, donde sería asesinada igual que su marido, Michel Epstein, dejó a sus dos hijas una maleta conteniendo diversos escritos que éstas conservaron durante decenios.
De ahí surge esta obra póstuma que fue publicada en el año 2007.
La historia, que nos narra un drama rural, encuadrada en el primer tercio del s. XX, nos la cuenta Sylvestre, llamado Silvio por los otros personajes, en primera persona. Es un narrador testigo.
Este es una persona de edad madura que, después de recorrer mundo y dilapidar su fortuna, sin mujer ni hijos, ha vuelto a su tierra, un pueblo pequeño y tranquilo del interior de Francia, para pasar sus últimos años de manera sosegada, "sin hacer nada, sin leer, sin beber, sin siquiera soñar".
Silvio recibe la visita de su prima Hélène, junto con toda su familia, para invitarlo a la boda de su primogénita, Colette, con el hijo de unos harineros, un hombre trabajador y tranquilo.
Colette sólo aspira a parecerse a sus padres, un matrimonio modélico nacido de un amor de juventud.
La autora describe con gracia algunas tradiciones, como la comida familiar en la que se busca esposa siguiendo un ritual; o la celebración de las bodas en este entorno rural, con encuentros familiares donde afloran recuerdos de otros encuentros y desencuentros, peleas, disputas por herencias, desavenencias,...
La celebración sirve para ir conociendo a algunos personajes de la novela, tanto familiares como a vecinos; como colectivo componen una sociedad hermética, donde se valoran mucho las apariencias, familias que viven aisladas, pendientes del que dirán, lo que da lugar a que se alcance un alto grado de hipocresía, con ocultación y engaños, un pueblo envuelto en sus silencios (ver, oír y callar) a la vez que ama murmurar ("Tengo derecho a hablar pero no a adquirir responsabilidades"), y que sólo buscan la tranquilidad como sinónimo de felicidad, o como la sustituta de la falta de felicidad. Pero bajo esa tranquilidad aparente se esconden secretos, engaños, pasiones,...
Hay que tener en cuenta que en esta sociedad es frecuente las bodas de hombres mayores con muchachas jóvenes, educadas para cuidar y administrar la casa.
Con el ambiente festivo, Silvio rememora su juventud, cuando el ardor de la sangre lo hizo recorrer mundo buscando fortuna sin que nada lo satisficiera. Mucho camino inútil para volver al punto de partida.
En este lugar donde nunca pasa nada, una muerte va a alterar la tranquilidad del pueblo, sobre todo de la familia protagonista, y van a empezar a aflorar recuerdos del pasado que hasta ahora estaban ocultos y eran desconocidos para la gran mayoría.
El desarrollo de los acontecimientos lleva al narrador a revivir su juventud y a reivindicar el ardor que lleva aparejada la edad, reivindica una mujer ardiente, alegre, atrevida, ávida de placer. El ardor de la sangre son esos deseos irracionales de juventud que trastocan el curso de la vida, que después son incapaces de ser justificados, y que va desapareciendo con el paso de los años. “El amor a los veinte años se parece a un acceso de fiebre, a un delirio. Cuando termina, cuesta recordar otros… El ardor de la sangre, que se apaga pronto...” Él también tuvo su juventud. 
Esos recuerdos van quedando "olvidados" en la memoria, pero la autora los rescata para romper el abismo de desconocimiento abierto entre padres e hijos.
El mismo narrador reflexiona ante el espejo: "Me pregunto si el rostro del hombre que fui seguirá vivo en las profundidades de alguna memoria".
En el transcurrir de la novela vamos entendiendo el significado del título.
La novela pone al descubierto acontecimientos pasados y nos muestra la diversidad de emociones, a veces chocantes, que sienten los distintos actores.
Los personajes, que en un principio parecen anodinos y grises, van ganando fuerza con el transcurrir de la trama.
El razonamiento de uno de los personajes femeninos, para justificar la atracción ciega que siente, recuerda bastante a los que muestra el personaje de la novia en la obra teatral de "Bodas de sangre" de García Lorca.
La novela es corta, amena, con una prosa sencilla y directa, a veces poética, de fácil lectura, que nos introduce de lleno en la historia y nos muestra la naturaleza humana a través de las emociones, que predominan sobre las descripciones. Muy recomendable.

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