Este cómic fue publicado en el año 2020.
Alfonso Casas (Zaragoza, 1981) estudió Magisterio, más tarde apostó por Bellas Artes y se especializó en ilustración.
Ha trabajado como ilustrador para varias empresas (Vodafone, Reebok, ING…) y es autor de varios libros, entre ellos Amores minúsculos, que ha sido llevado al teatro. También es el ilustrador de No sin mi barba, escrito por Carles Suñé (Lunwerg, 2015).
Muchas veces pensamos que los cómics están escritos básicamente para niños o jóvenes, nada más alejado de la realidad, y podemos comprobarlo en esta obra que tenemos aquí.
El protagonista de esta historia es el propio autor que, llevando a cabo un ejercicio de introspección, se nos dibuja lidiando con sus monstruos particulares, enseñándonos como han surgido en su vida, como se la condicionan, como lucha contra ellos, como siente que le roban su espacio vital,...
En un mundo en soledad, como requiere cualquier creador a la hora de ponerse a trabajar, al que se unen los tiempos actuales en los que debido al confinamiento por culpa de la pandemia se nos ha reducido bastante las salidas y las relaciones sociales, nuestra mente no para y hace que nuestra memoria indague y viaje al pasado trayéndonos recuerdos (buenos y también malos), historias vividas, anécdotas,..., pero a la vez llegan los miedos y los "monstruos".
Y de esos monstruos son de los que nos habla el autor, de los que conviven a diario con él, a los que pone cara y cuerpo, a todos esos molestos (aunque a veces entrañables) monstruos interiores con los que el protagonista se enfrenta en sus pequeños dramas cotidianos, y nos regala una historia a ratos luminosa y a ratos oscura, pero siempre dibujada con humor.
El autor nos presenta a cada uno de los monstruos y, como los protagonistas de cualquier novela, les pone imagen, nombre y características propias: Traumas del Pasado, Bolas, Dudas, Momentos Tóxicos, Ansiedad por el Futuro,...
Cuando los lectores nos vamos adentrando en cada uno de los capítulos del cómic, vamos asimilando que algunos de esos monstruos también habitan con nosotros en nuestros domicilios y nos sentimos identificados con el sufrimiento del autor. Es lo que hace atractiva la historia, además de su calidad técnica a la hora de dibujar. Pero el dibujante es indulgente con nosotros y nos enseña que, cuando los miras a la cara, esos monstruos no asustan tanto, son como parte de nuestra familia porque son parte de nosotros. Así nos hace recordar que todos y cada uno de nosotros lidiamos con esos miedos, que no estamos solos pero tampoco estamos locos, que todos convivimos con nuestros monstruos. Siempre somos multitud, aunque pensemos que no hay nadie en casa. Tal vez lo mejor sea tratar de llevarnos lo mejor posible con nuestros monstruos, porque cuando consigues reírte de tus propios monstruos, ya tienes medio camino hecho.
El autor también juega con el título. Monstruosa mente, que escribe con dos tipografías distintas, así podemos utilizar la segunda palabra bien como adverbio y la pronunciaríamos como una sola palabra, Monstruosamente, haciendo mención que la historia va de monstruos, o como sustantivo, siendo entonces dos palabras, haciendo mención que estos personajes forman parte de nuestra mente, de nuestro interior.
Una obra divertida. pedagógica, reflexiva,..., que nos viene bien en estos momentos que tanto tiempo tenemos para pensar en nosotros mismos, en nuestro pasado, nuestro presente y ...
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