miércoles, 24 de marzo de 2021

Tirano Banderas. Ramón del Valle-Inclán

Tiene el subtítulo de Novela de tierra caliente. Fue publicada en el año 1926.
La novela nos presenta la vida parodiada, sarcástica y esperpéntica de un dictador a lo largo de una acción que dura alrededor de tres días, lo que hace que el ritmo sea trepidante.
Está considerada mayoritariamente como su mejor obra, en la que todo está controlado hasta los últimos detalles, y donde se hace una descripción casi perfecta de lo que es una dictadura sangrienta, teniendo además en cuenta que él no había conocido directamente ninguna.
El nombre del dictador es Santos Bandera (Tirano Banderas), el país que dirige es Santa Fe de Tierra Firme, nombre ficticio de un país enclavado en el continente sudamericano y bañado por el Océano Pacífico.
La novela está dividida en: un prólogo, siete partes y un epílogo. Cada parte está dividida a su vez en tres libros, excepto la cuarta parte, que está dividida en siete libros. Cada división tiene un título que hace referencia al tema concreto que trata.
Los números tres y siete aparecerán repetidas veces a lo largo de la novela, así como objetos que guarden relación con esos números, como por ejemplo, los triángulos. Son números cabalísticos, ligados a conceptos mágicos, espirituales, religiosos,...
El argumento no sigue una línea cronológica, el prólogo recoge una acción que tendrá su continuación a mediados de la novela.
La historia arranca cuando Banderas viene de fusilar a unos rebeldes en una zona del país y recibe a una delegación de la colonia española encabezada por Celestino, que se vuelca en alabanzas hacia el dictador, que anda preocupado por las críticas que pueda recibir por su despiadada actuación. Esa misma recriminación sobre su violencia y el desprecio que hace de las víctimas se pretenderá hacer a través del cuerpo diplomático, pero todo quedará en un esperpento y un acuerdo absurdo.
El autor nos va presentando las actuaciones que realiza Banderas rodeado de sus aduladores y los movimientos que desarrollan a su vez los personajes que no están de acuerdo con sus formas dictatoriales y preparan una revolución para destituirlo, pero no para instaurar una democracia.
Aparece una amalgama de personas de distintas razas: indios, negros, mestizos, criollos, extranjeros, entre los que predominan los españoles (que responden al apelativo de gachupines). Los personajes principales pertenecerían a tres de estos grupos: indios: representados por el dictador Santos Banderas, el revolucionario Zacarías y el conjunto de parias del país; los criollos: representados por el doctor Sánchez Ocaña, el ranchero convertido en guerrillero Filomeno Cuevas y el revolucionario con profundo sentido religioso, Roque Cepeda; los extranjeros: el Ministro representante de España, Barón de Benicarlés, el ridículo Celestino Galindo, enlace entre el tirano y los miembros de la colonia española, y Quintín Pereda, que regenta una casa de empeños.
Vamos conociendo a los personajes a la vez que la situación política de la república es descrita según los diferentes ambientes y lugares.
Hay un personaje bufonesco, sin principios y sin dignidad, que está del lado de Banderas más por temor que por convicción y en un momento quedará en tierra de nadie, arrastrándose y siendo menospreciado y ridiculizado por el dictador, otro se pasará al lado rebelde más por necesidad que por espíritu revolucionario.
Los peor tratados por el autor son los españoles, que son ridiculizados: un ministro homosexual, más dedicado a sus pasiones que al trabajo político; un representante de la colonia celestinesco, que hace de intermediario pensando sólo en sus intereses personales; y el encargado de la casa de empeños que es un usurero y un canalla. Se ve una crítica directa a la herencia dada por España a estos países.
El autor siente simpatía por los personajes que participan en el movimiento revolucionario, tanto la rama política pacífica, como la parte armada.
Entre las mujeres, que juegan un papel secundario en la novela, el nombre más utilizado es el de Guadalupe, Lupe o Lupita, que es muy representativo de Méjico, por ser el nombre de su patrona.
El final del protagonista de la novela es bastante parecido al que tuvo Lope de Aguirre, conquistador español en territorios americanos. Parece que Valle-Inclán toma la idea de esta novela de otra publicada sobre este personaje.
La novela está narrada en tercera persona, combina el tono épico con la crítica social, la parodia con situaciones exageradas y absurdas, la crueldad con el lirismo.
Hay una mezcla de lenguajes que se van alternando: culto, coloquial, retórico, oficial. poético,... Hay abundancia de americanismos (se utilizan dialectos de varios países) y neologismos, uso excesivo de los dos puntos, escasez de nexos. Todo esto hace que a veces la comprensión se haga dificultosa o haya que hacer uso del diccionario con bastante frecuencia. También hace bastante uso de diminutivos, al nombrar a algunos personajes, con un sentido sarcástico.
Los diálogos suelen ser cortos.
La novela también recoge el hecho del papel que juega el periodista contratado por un periódico, haciendo una crítica del tratamiento que recibe el trabajo del profesional por parte del propietario, algo que tiene relación con su vida personal pues a lo largo de su vida escribió bastante artículos periodísticos, pero siempre se negó a firmar un contrato como garantía de conservar su libertad a la hora de escribir.
Es una obra que refleja el carácter del autor, persona controvertida un tanto estrafalaria, defensor al mismo tiempo de ideas contrarias, en él podemos ver a un carlista regionalista a la vez que juega el papel de intelectual, enfrentado prácticamente a todos sus compañeros escritores, quedo manco en una disputa con un periodista, poca duración en los puestos de trabajo que ocupó,...
La obra es de gran calidad literaria por el cuidado puesto en su elaboración y su contenido, pero se puede hacer farragosa, sobre todo al principio, por el leguaje y vocabulario empleado y los giros gramaticales.

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