El camino es la tercera novela del escritor Miguel Delibes, del que se cumplen en octubre 100 años de su nacimiento. Publicada en el año 1950.
El protagonista de la novela es Daniel, el Mochuelo, un niño de unos once años al que su padre le comunica que al día siguiente debe partir a la ciudad para empezar a estudiar y labrarse un buen camino que lo aleje del campo y le procure una mejor calidad de vida.
En esa última noche que pasa en su casa, sin dormir, repasa su vida hasta ese momento y así conoceremos aspectos personales y características del pueblo y de sus habitantes.
Vemos la exaltación a la amistad en las relaciones con sus amigos más cercanos, dos niños y una niña, en los que vemos reflejada la justicia, a pesar de la brutalidad, el acceso al conocimiento del origen de la vida, el descubrimiento del sexo, el nacimiento del amor, la conciencia del sentido de la amistad, del valor y de la muerte.
A través de pequeñas historias vamos conociendo cómo son los habitantes del pueblo, componiendo un retablo de tipos y costumbres pueblerinas, las relaciones que mantienen, sus manías, los trabajos que desarrollan,... Vemos estereotipos como la beata, el "varón", los chismosos, el cura,...
En esos recuerdos aparecen las vivencias, las anécdotas, algunas rodeadas de cierta comicidad e ironía, el patetismo y el drama.
Daniel se identifica con el pueblo, que el denomina más como "el valle", y su entorno que, según él, lo hacen sus gentes y sus historias. Se resiste a abandonarlo, pues cree que forma parte de sus raíces. Así vemos una simbiosis del personaje con "el valle".
Está escrito en tercera persona y el narrador es la conciencia del protagonista.
El camino del título para el padre es que se vaya a la ciudad a estudiar, algo que identifica con el progreso.
El camino para el protagonista es vivir en el campo, en la naturaleza, siguiendo el oficio de su familia, queseros. Este se identifica con el cerrado mundo rural.
El camino para el cura es la resignación ante el camino que Dios nos marca. Nos muestra una conformidad con cierto fatalismo.
Al final de la obra visualizamos un resumen de las características de lo que el personaje denomina el valle.
La obra encaja en lo que Miguel Delibes piensa sobre el trabajo del escritor: "ser fiel a uno mismo. Escribir como se es".
Lo comprobamos con la aparición de la naturaleza: vemos diversidad de plantas y animales (flora y fauna), sus olores, y la caza, a la que era tan aficionado.
Aparece la muerte, algunas reales, otras en tentativa. Alguna representa el final de la infancia, dándole un sentido más amplio y haciendo participe a todo el entorno: cuando muere su amigo "el valle se entristece".
El habla es coloquial, fiel a los personajes y a sus ambientes. Resalta la espontaneidad infantil en sus diálogos.
El uso de los apodos, todos con sus justificaciones, pueden estar relacionados con las caricaturas, trabajo que realizaba el escritor para algún periódico antes de dedicarse plenamente a la escritura.
El pueblo de la historia puede ser Molledo (Valle de Iguña, Cantabria) villa natal de sus padres y donde él veraneaba.
La lectura es amena y agradable. Una obra de la que se disfruta mucho. Muy en la linea de Delibes. Merece la pena su lectura.
El protagonista de la novela es Daniel, el Mochuelo, un niño de unos once años al que su padre le comunica que al día siguiente debe partir a la ciudad para empezar a estudiar y labrarse un buen camino que lo aleje del campo y le procure una mejor calidad de vida.
En esa última noche que pasa en su casa, sin dormir, repasa su vida hasta ese momento y así conoceremos aspectos personales y características del pueblo y de sus habitantes.
Vemos la exaltación a la amistad en las relaciones con sus amigos más cercanos, dos niños y una niña, en los que vemos reflejada la justicia, a pesar de la brutalidad, el acceso al conocimiento del origen de la vida, el descubrimiento del sexo, el nacimiento del amor, la conciencia del sentido de la amistad, del valor y de la muerte.
A través de pequeñas historias vamos conociendo cómo son los habitantes del pueblo, componiendo un retablo de tipos y costumbres pueblerinas, las relaciones que mantienen, sus manías, los trabajos que desarrollan,... Vemos estereotipos como la beata, el "varón", los chismosos, el cura,...
En esos recuerdos aparecen las vivencias, las anécdotas, algunas rodeadas de cierta comicidad e ironía, el patetismo y el drama.
Daniel se identifica con el pueblo, que el denomina más como "el valle", y su entorno que, según él, lo hacen sus gentes y sus historias. Se resiste a abandonarlo, pues cree que forma parte de sus raíces. Así vemos una simbiosis del personaje con "el valle".
Está escrito en tercera persona y el narrador es la conciencia del protagonista.
El camino del título para el padre es que se vaya a la ciudad a estudiar, algo que identifica con el progreso.
El camino para el protagonista es vivir en el campo, en la naturaleza, siguiendo el oficio de su familia, queseros. Este se identifica con el cerrado mundo rural.
El camino para el cura es la resignación ante el camino que Dios nos marca. Nos muestra una conformidad con cierto fatalismo.
Al final de la obra visualizamos un resumen de las características de lo que el personaje denomina el valle.
La obra encaja en lo que Miguel Delibes piensa sobre el trabajo del escritor: "ser fiel a uno mismo. Escribir como se es".
Lo comprobamos con la aparición de la naturaleza: vemos diversidad de plantas y animales (flora y fauna), sus olores, y la caza, a la que era tan aficionado.
Aparece la muerte, algunas reales, otras en tentativa. Alguna representa el final de la infancia, dándole un sentido más amplio y haciendo participe a todo el entorno: cuando muere su amigo "el valle se entristece".
El habla es coloquial, fiel a los personajes y a sus ambientes. Resalta la espontaneidad infantil en sus diálogos.
El uso de los apodos, todos con sus justificaciones, pueden estar relacionados con las caricaturas, trabajo que realizaba el escritor para algún periódico antes de dedicarse plenamente a la escritura.
El pueblo de la historia puede ser Molledo (Valle de Iguña, Cantabria) villa natal de sus padres y donde él veraneaba.
La lectura es amena y agradable. Una obra de la que se disfruta mucho. Muy en la linea de Delibes. Merece la pena su lectura.
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