La huida de Françoise Sagan, obra publicada en el año 1991.
Es una novela corta que trata de un grupo de cuatro personas (dos mujeres y dos hombres: una trepidante mujer de mundo ya mayor, una joven rica y malmaridada, un diplomático supuestamente pederasta y un gigoló), de la alta burguesía francesa, que, junto con el chófer, huyen de Paris en el año 1940 ante el asedio de las tropas alemanas. Su destino es Lisboa, donde se encuentra el marido de la más joven, para emprender el camino de América.
Son muchos los franceses que hacen lo mismo. En el camino sufren el ametrallamiento que realizan los aviones alemanes. En uno de ellos muere el chófer y el vehículo queda inutilizado.
En ese momento aparece un campesino con una carreta tirada por dos percherones que se ofrece a llevarlos a su granja.
En el trayecto vuelven a ser ametrallados. El único herido es el campesino.
Una vez instalados en la granja vamos a vivir el choque de dos mundos totalmente contradictorios: por un lado los visitantes, gente pudiente acostumbrada a no trabajar, a desenvolverse entre lujosos salones comentando las desventuras de los que les rodean, con una moral liberal, acostumbrados al lujo y a la buena vida; por otro tenemos a un grupo de campesinos cuya población está diezmada porque los varones han sido movilizados para la guerra, gente ruda, malhablada, con costumbres cerradas, cuyo único objetivo es trabajar la tierra y el ganado que poseen.
Ha llegado la fecha de la cosecha y tiene que echar mano de todo el personal posible, porque temen que los alemanes incendien los campos sembrados. Los parisinos serán obligados a tener que ganarse el sustento y el hospedaje, lo que les hace sentirse incómodos y dará pie a continuos enfrentamientos entre las dos culturas. Cada uno llevará su adaptación de forma diferente. Alguno piensa que la guerra los ha conducido a un derrumbe social y deben adaptarse.
Irán apareciendo unos personajes un tanto raros y con comportamientos extraños para la gente de la capital. Entre todos se compondrá una comedia con momentos hilarantes y otros comprometidos para algunos de los personajes.
La novela tendrá un final inesperado, sorprendente y chocante para lo que ha sido la trama.
La autora vuelve a mostrarnos una serie de personajes con sus reflexiones, sus actitudes, sus comportamientos,...; sin entrar en valoraciones morales, simplemente siendo notaria de los acontecimientos.
Sus descripciones son muy sensoriales.
A veces los diálogos son bastantes irónicos, llegando incluso al absurdo.
El manejo de la campesina y la relación con la comida recuerda a los granjeros de algunos cuentos de Chejov.
La novela acaba con una frase que también podría valer para cerrar "Buenas días, tristeza" o para describir la vida misma de la autora: "Para provocar el duelo y la lágrimas se necesitan circunstancias precisas y un decorado, detalles que a Dios gracias no se necesitan para el placer y la felicidad, que se conforman con un esquema menos preciso".
Es una novela corta que trata de un grupo de cuatro personas (dos mujeres y dos hombres: una trepidante mujer de mundo ya mayor, una joven rica y malmaridada, un diplomático supuestamente pederasta y un gigoló), de la alta burguesía francesa, que, junto con el chófer, huyen de Paris en el año 1940 ante el asedio de las tropas alemanas. Su destino es Lisboa, donde se encuentra el marido de la más joven, para emprender el camino de América.
Son muchos los franceses que hacen lo mismo. En el camino sufren el ametrallamiento que realizan los aviones alemanes. En uno de ellos muere el chófer y el vehículo queda inutilizado.
En ese momento aparece un campesino con una carreta tirada por dos percherones que se ofrece a llevarlos a su granja.
En el trayecto vuelven a ser ametrallados. El único herido es el campesino.
Una vez instalados en la granja vamos a vivir el choque de dos mundos totalmente contradictorios: por un lado los visitantes, gente pudiente acostumbrada a no trabajar, a desenvolverse entre lujosos salones comentando las desventuras de los que les rodean, con una moral liberal, acostumbrados al lujo y a la buena vida; por otro tenemos a un grupo de campesinos cuya población está diezmada porque los varones han sido movilizados para la guerra, gente ruda, malhablada, con costumbres cerradas, cuyo único objetivo es trabajar la tierra y el ganado que poseen.
Ha llegado la fecha de la cosecha y tiene que echar mano de todo el personal posible, porque temen que los alemanes incendien los campos sembrados. Los parisinos serán obligados a tener que ganarse el sustento y el hospedaje, lo que les hace sentirse incómodos y dará pie a continuos enfrentamientos entre las dos culturas. Cada uno llevará su adaptación de forma diferente. Alguno piensa que la guerra los ha conducido a un derrumbe social y deben adaptarse.
Irán apareciendo unos personajes un tanto raros y con comportamientos extraños para la gente de la capital. Entre todos se compondrá una comedia con momentos hilarantes y otros comprometidos para algunos de los personajes.
La novela tendrá un final inesperado, sorprendente y chocante para lo que ha sido la trama.
La autora vuelve a mostrarnos una serie de personajes con sus reflexiones, sus actitudes, sus comportamientos,...; sin entrar en valoraciones morales, simplemente siendo notaria de los acontecimientos.
Sus descripciones son muy sensoriales.
A veces los diálogos son bastantes irónicos, llegando incluso al absurdo.
El manejo de la campesina y la relación con la comida recuerda a los granjeros de algunos cuentos de Chejov.
La novela acaba con una frase que también podría valer para cerrar "Buenas días, tristeza" o para describir la vida misma de la autora: "Para provocar el duelo y la lágrimas se necesitan circunstancias precisas y un decorado, detalles que a Dios gracias no se necesitan para el placer y la felicidad, que se conforman con un esquema menos preciso".
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